Como posteamos en facebook, circula un pequeño manifiesto (creado ingeniosamente por el sello editorial El Barco de Vapor) sobre las razones para leer.
Entre ellas, aparecen mencionadas:
"Para huir del ruido"
"Para aprender a pensar"
"Para aprender a conocer a los otros"
"Para saber que no estamos solos"
"Para saber que estamos vivos"
"Para no ser lo que somos"
"Para detener el tiempo"
A lo que nuestros amigos en facebook agregaron:
"Para salvarnos de nosotros mismos"
"Para conocer lo que los demás piensan"
"Para sentirme vivo"
Estos son algunos de los motivos con que los lectores justifican su afición a los libros. Y ¿qué dicen los propios escritores, los que escriben lo que luego leemos? Ellos también han leído; algunos, incluso, le asignan más importancia a leer que a escribir (tenemos de ejemplo la famosa frase de Borges: "Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído"). Veamos algunas de las declaraciones de narradores y poetas sobre el beneficio de leer:
"He buscado en todas partes el sosiego y no lo he encontrado sino sentado en un rincón apartado con un libro en las manos" (Jorge Santanaya, filósofo y literato estadounidense de origen español).
"Un libro debe ser el hacha que quiebre el mar helado dentro de nosotros" (Franz Kafka, escritor checo).
"El efecto que tienen los libros sobre la vida no se puede medir. La gran literatura nos hace desconfiar de lo que nos rodea y nos crea el apetito de la perfección y la belleza" (Mario Vargas Llosa, escritor peruano y Premio Nobel de Literatura).
"Sucede que leer es aceptar una convención: el lector asume el candor necesario para creer en esas ficciones, esas magias, esas mentiras que alguien urdió con palabras. Afrontará los peligros que eso entraña porque el fin último es la felicidad" (Isidoro Blaisten, escritor argentino).
¿Qué creen ustedes?
viernes, 30 de noviembre de 2012
jueves, 15 de noviembre de 2012
Escribir como refugio y como corrección de la vida
El mes pasado, reflexionábamos sobre las propiedades reveladoras de la escritura. Pero al parecer no son estas sus únicas ventajas.
"Escribir es corregir la vida, es la única cosa que nos protege de las heridas y los golpes que da la vida", definió el escritor español Enrique Vila-Matas (n. 1948). En el mismo sentido, sostenía Albert Camus: "El mundo novelesco no es más que la corrección de este mundo, según el deseo profundo del hombre".
Escribir parece ser tanto un espacio en el que refugiarse como la propuesta de un estado de cosas que mejore la realidad que nos toca:
"Toda la vida busqué un refugio en las palabras contra los riesgos de la historia", decía el narrador y biógrafo austríaco Stefan Zweig (y ya sabemos que su vida fue amenazada por la historia: como judío fue censurado por la política cultural de Hitler; con el temor de que el nazismo se expandiera por el mundo, Zweig se suicidó en 1942).
"Narrar no solo es significativo porque nos permite asumir o dibujar un destino ajeno, que a la vez nos educa. Es significativo porque ese destino ajeno, gracias a la fuerza de la llama que lo consume, nos transfiere el calor que jamás obtenemos de nuestro propio destino". Conmovedoras palabras del filósofo y crítico literario alemán Walter Benjamin (1892-1940), quien también se suicidó ante el miedo de caer en poder del nazismo.
La autora Clarice Lispector (1920-1977) relacionaba la escritura con una paradoja: "Escribir es una maldición que salva. Es una maldición porque obliga y arrastra como un vicio penoso del cual es imposible librarse. Y es una salvación porque salva el día que se vive y que nunca se entiende, a menos que se escriba".
Para el escritor paraguayo Augusto Roa Bastos (1917-2005), la escritura es más bien un antídoto contra los miedos: "Escribo para evitar que al miedo de la muerte se agregue el miedo de la vida".
En cambio, el escritor argentino Isidoro Blaisten (1933-2004) le atribuyó a la escritura una función organizativa: "A lo mejor escribir no sea más que una de las formas de organizar la locura", conjeturó.
¿Por qué escriben o escribirían ustedes? ¿En qué puede ayudar la escritura (personal o literaria)?
Lo conversamos aquí.
lunes, 5 de noviembre de 2012
Dulce María Loynaz y la canción del amor olvidado
El 5 de noviembre de 1992, la poetisa cubana Dulce María Loynaz fue galardonada con el Premio Cervantes de Literatura. Recordemos algunos de sus versos de "La canción del amor olvidado":
Para el amor más olvidado
cantaré esta canción:
No para el que humedece los ojos todavía...
Ni para el que hace ya
sonreír con un poco de emoción...
Canto para el amor sin llanto
y sin risa;
el que no tiene una rosa seca
ni unas cartas atadas con una cinta.
Sería algún amor de niño acaso...
Una plaza gris... Una nube... No sé...
Para el amor más olvidado cantaré.
Cantaré una canción
sin llamar, sin llorar, sin saber...
El nombre que no se recuerda
pudo tener dulzura:
Canción sin nombres
quiero cantarte
mientras la noche dura...
Cantar para el amor que ya no evocan
las flores con su olor
ni algún vals familiar...
Para el que no se esconde entre cada crepúsculo,
ni atisba ni persigue ni vuelve nunca más...
Para el amor más olvidado
–el más dulce...–,
el que no estoy segura de haber amado.
jueves, 18 de octubre de 2012
Escribir para entender (y no entender para escribir)
Se suele pensar que escribir es contar lo que ya se sabe. Sin embargo, quienes más dominan la práctica y el tema (escritores experimentados e investigadores del proceso de composición) dicen que escribir, más bien, es sentarse a descubrir algo que se desconoce.
Es decir: lejos de identificar la escritura con la transcripción de un contenido ya virtualmente terminado en nuestra cabeza, la identifican con el camino que recorremos para elaborar un tema y dar con el estilo que mejor se le adecua. Todo en el mismo momento de redactar, y no antes: recién cuando comenzamos escribir, definimos del todo lo que queremos decir, recién entonces encontramos acabadamente nuestro contenido. Escribir, por lo tanto, no sería volcar lo que una voz interior nos dicta como un mensaje ya cerrado, sino moldear, amasar, trabajar ideas, para que se conviertan en mensajes más claros, originales y logrados.
Desde hace décadas, los manuales sobre redacción enfatizan en este poder revelador de la escritura, en cómo escribir sobre un asunto permite entender más sobre él. Pero como nada hay más ajustado y bello que las palabras de los literatos para explicar las cosas, aquí van alguntas citas en el mismo sentido:
Flannery O'Connor (1925-1964), escritora estadounidense: "Todo lo que escribo no obedece a un plan, y debo escribirlo para descubrir lo que estoy haciendo. No sé bien lo que pienso hasta que no lo tengo escrito delante de mis ojos".
Robert Cecil Day-Lewis (1904-1972), poeta irlandés: "No escribo para ser entendido, escribo para comprender".
Don De Lillo (n. 1936), novelista estadounidense: "Escribir es una forma concentrada de pensar. A través del lenguaje se pueden llegar a ideas a las que de otra manera no hubiéramos tenido acceso".
Gustave Flaubert (1821-1880), escritor francés: "Solo puedo pensar con una pluma en la mano".
Clarice Lispector (1920-1977), escritora brasileña: "A veces tengo la impresión de que escribo por simple curiosidad intensa. Es que, al escribir, me entrego a las sorpresas más inesperadas. Es a la hora de escribir que muchas veces me vuelvo consciente de cosas, de las cuales, siendo inconsciente, antes no sabía que sabía".
Adolfo Bioy Casares (1914-1999): "Escribir es un intento de pensar con precisión".
Hay escritores que hablan de otras funciones de escribir. Más relacionadas con lo anímico, como protegernos de los golpes de la vida, desahogarnos, acobijarnos. Pero eso lo veremos en próximas entregas.
Es decir: lejos de identificar la escritura con la transcripción de un contenido ya virtualmente terminado en nuestra cabeza, la identifican con el camino que recorremos para elaborar un tema y dar con el estilo que mejor se le adecua. Todo en el mismo momento de redactar, y no antes: recién cuando comenzamos escribir, definimos del todo lo que queremos decir, recién entonces encontramos acabadamente nuestro contenido. Escribir, por lo tanto, no sería volcar lo que una voz interior nos dicta como un mensaje ya cerrado, sino moldear, amasar, trabajar ideas, para que se conviertan en mensajes más claros, originales y logrados.
Desde hace décadas, los manuales sobre redacción enfatizan en este poder revelador de la escritura, en cómo escribir sobre un asunto permite entender más sobre él. Pero como nada hay más ajustado y bello que las palabras de los literatos para explicar las cosas, aquí van alguntas citas en el mismo sentido:
Flannery O'Connor (1925-1964), escritora estadounidense: "Todo lo que escribo no obedece a un plan, y debo escribirlo para descubrir lo que estoy haciendo. No sé bien lo que pienso hasta que no lo tengo escrito delante de mis ojos".
Robert Cecil Day-Lewis (1904-1972), poeta irlandés: "No escribo para ser entendido, escribo para comprender".
Don De Lillo (n. 1936), novelista estadounidense: "Escribir es una forma concentrada de pensar. A través del lenguaje se pueden llegar a ideas a las que de otra manera no hubiéramos tenido acceso".
Gustave Flaubert (1821-1880), escritor francés: "Solo puedo pensar con una pluma en la mano".
Clarice Lispector (1920-1977), escritora brasileña: "A veces tengo la impresión de que escribo por simple curiosidad intensa. Es que, al escribir, me entrego a las sorpresas más inesperadas. Es a la hora de escribir que muchas veces me vuelvo consciente de cosas, de las cuales, siendo inconsciente, antes no sabía que sabía".
Adolfo Bioy Casares (1914-1999): "Escribir es un intento de pensar con precisión".
Hay escritores que hablan de otras funciones de escribir. Más relacionadas con lo anímico, como protegernos de los golpes de la vida, desahogarnos, acobijarnos. Pero eso lo veremos en próximas entregas.
viernes, 21 de septiembre de 2012
Stephen King, mientras escribe
Un 21 de septiembre, en 1947, nació el escritor estadounidense Stephen King, a quien sin duda todos conocemos por sus novelas de suspenso y terror, como El resplandor, Cementerio de animales e It.
Pero además de estos libros (y decenas de otros, casi todos best sellers) King es autor de un libro notable y particular: un tratado informal y divertido, pero muy útil y motivador, sobre el oficio de escribir.
En Mientras escribo, King analiza en detalle cómo hay que usar el lenguaje para lograr textos claros, vívidos y atractivos, con independencia de su género o propósito. Se refiere al vocabulario, a la gramática, a los buenos y los malos hábitos para escribir, y finalmente da una serie de recomedaciones, que son una una mejor que la otra.
Uno de esos tips: no contar si se puede mostrar. Y lo ejemplifica con el caso de Misery, su novela de 1987 (la película, también buena, fue dirigida por Rob Reiner en 1990).
Misery gira en torno a la relación entre la enfermera Annie Wilkes y el escritor Paul Sheldon. Annie es una lectora obsesionada por las historias de Paul, que de un día para el otro tiene la posibilidad de tener a Paul a su cuidado. La historia va creciendo en horror a medida que tanto el protagonista como los lectores vamos comprendiendo que Annie no tiene intenciones de dejar que Paul se recupere y siga con su vida. De la compleja personalidad de Annie depende, entonces, todo en la historia. Por eso, King pensó muy bien cómo presentarla, y aquí comparte la trastienda de sus decisiones:
Pero además de estos libros (y decenas de otros, casi todos best sellers) King es autor de un libro notable y particular: un tratado informal y divertido, pero muy útil y motivador, sobre el oficio de escribir.
En Mientras escribo, King analiza en detalle cómo hay que usar el lenguaje para lograr textos claros, vívidos y atractivos, con independencia de su género o propósito. Se refiere al vocabulario, a la gramática, a los buenos y los malos hábitos para escribir, y finalmente da una serie de recomedaciones, que son una una mejor que la otra.
Uno de esos tips: no contar si se puede mostrar. Y lo ejemplifica con el caso de Misery, su novela de 1987 (la película, también buena, fue dirigida por Rob Reiner en 1990).
Misery gira en torno a la relación entre la enfermera Annie Wilkes y el escritor Paul Sheldon. Annie es una lectora obsesionada por las historias de Paul, que de un día para el otro tiene la posibilidad de tener a Paul a su cuidado. La historia va creciendo en horror a medida que tanto el protagonista como los lectores vamos comprendiendo que Annie no tiene intenciones de dejar que Paul se recupere y siga con su vida. De la compleja personalidad de Annie depende, entonces, todo en la historia. Por eso, King pensó muy bien cómo presentarla, y aquí comparte la trastienda de sus decisiones:
Annie Wilkes, la enfermera que tiene prisionero a Paul Sheldon en Misery, parecerá una psicópata, pero hay que tener en cuenta que ella se ve como una persona cuerda y sensata; de hecho, se considera una heroína, una mujer con muchos problemas que intenta sobrevivir en un mundo hostil. La vemos experimentar cambios de humor peligrosos, pero hice lo posible por evitar pronunciarme con frases como "Annie amaneció deprimida, y quizá hasta con pulsiones suicidas", o "Parecía que Annie tuviera un mejor día de lo habitual". Si tengo que decirlo, salgo perdiendo. Gano, en cambio, si puedo enseñar a una mujer callada y con el pelo sucio, devoradora compulsiva de galletas y caramelos, y lograr que el lector deduzca de Annie que se halla en la fase de depresión de un ciclo maníaco-depresivo. Y si puedo comunicar la perspectiva del mundo de Annie, aunque sea brevemente (si puedo hacer entender su locura), quizá consiga que el lector simpatice con ella, e incluso que se identifique. ¿Resultado? Que da más miedo que nunca, porque se aproxima más a la realidad.Este de King es un libro que vale oro para aprender tanto a escribir ficción como no ficción.
viernes, 24 de agosto de 2012
Borges, la literatura como alegría
Hoy se cumple un nuevo aniversario del nacimiento del escritor argentino Jorge Luis Borges (exactamente, 113 años).
Para homenajearlo, transcribimos algunas respuestas que dio en entrevistas, en las que aparecen facetas contrarias a los lugares comunes sobre Borges (el escritor distante, insensible, excesivamente racional, más bien deprimido y apocado):
Para homenajearlo, transcribimos algunas respuestas que dio en entrevistas, en las que aparecen facetas contrarias a los lugares comunes sobre Borges (el escritor distante, insensible, excesivamente racional, más bien deprimido y apocado):
PREGUNTA: Algunos lectores han encontrado sus relatos bastante fríos e impersonales, como los de algunos nuevos narradores franceses. ¿Es esa su intención?
RESPUESTA: No. (Con tristeza.) Si ha ocurrido eso, es sólo por torpeza. Porque sentí profundamente esos relatos. Los sentí tan profundamente que los conté... bien, usando símbolos extraños para que la gente no descubriera que son más o menos autobiográficos. Los relatos eran sobre mí, sobre mis experiencias personales. Supongo que es parte del apocamiento inglés, ¿no?
PREGUNTA: ¿Se puede planificar el estudio de la literatura en general, se pueden hacer programas para estudiar?
RESPUESTA: Es una actividad peligrosa, pero necesaria (...). He preferido enseñarles a mis estudiantes no la literatura inglesa –que ignoro– pero sí el amor de ciertos autores, o, mejor aún, de ciertas páginas, o, mejor aún, de ciertas líneas. Y con eso basta, me parece. Uno se enamora de una línea, después de una página, después del autor; bueno, ¿por qué no? Es un hermoso proceso.
PREGUNTA: Borges, ¿usted no comparte las torturas del acto creativo?
RESPUESTA: Montaigne escribió una frase tan eficaz como memorable: “No hago nada sin alegría”. Él se refería a la lectura, a que si encuentra un párrafo tortuoso en un libro, lo abandona, porque eso interrumpe la felicidad. Yo trasladaría la frase de Montaigne, y también una de mi hermana, Norah, al acto de escribir. Norah dice que la pintura es el arte de dar alegría. Para mí también la literatura es una forma de la alegría. Por eso me parece que Joyce fracasa con su Ulises. La felicidad no creo que necesite de lo que usted llama tortura.
jueves, 23 de agosto de 2012
Borges, el precursor
Jorge Luis Borges murió en 1986. Y había dejado de ver (de caminar,
de mirar ciudades, y de leer y escribir por su cuenta) cuando se quedó ciego, promediando
la década del 50. No obstante, pudo entender como pocos el paradigma
intelectual del siglo XX; tanto que, como ya ha sido señalado en ocasiones, algunos
de sus cuentos prefiguran, en cierto modo, los aspectos esenciales de la
herramienta tecnológica que más usamos hoy, Internet.
En su escritura, Borges cultivó una variedad de géneros:
poesía, ensayos, crítica literaria y narrativa (cuentos policiales,
fantásticos, humorísticos…). Dentro de toda esta diversidad, sin embargo, los
temas fueron pocos: el destino, Dios, el tiempo, el estatus de la realidad, la
tradición literaria. Y es en relación con estos tópicos que en sus ficciones (a veces fantásticas) aparece la
alusión a espacios y lógicas que tienen un sorprendente parecido con las formas en que actualmente
producimos y compartimos conocimiento.
Algunos ejemplos. En “La biblioteca de Babel”, la
identificación del universo con un espacio virtualmente infinito de depósito
del saber: “El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un
número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales”, llenas de
anaqueles con libros.
“El Aleph”, nombre dado al cuento por "el lugar donde
están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los
ángulos", parece anticipar la extraña viabilidad de un espacio que
concentre todo el "inconcebible universo".
Y, también, la misteriosa enciclopedia de autoría anónima,
que propone incluso mundos inventados, como en el relato “Tlön, Uqbar, Orbis
Tertius”; o “El jardín de senderos que se bifurcan”, que postula la posibilidad
de un tiempo y un destino coexistentes con otros tiempos y destinos, con la posibilidad,
en definitiva, de varias vidas a la vez, lo que equivaldría hoy a las
identidades paralelas habilitadas por la práctica recurrente de usar, en las
redes sociales, distintos avatares, perfiles y biografías.
Muchas
son las formas de ingresar a la vasta y rica literatura de Borges. La que les
proponemos esta vez es solo una entre varias, con el deseo de que sirva como
excusa para releerlo hoy, 24 de agosto de 2012 (o casi), cuando se cumplen 113 años de
su nacimiento.
viernes, 13 de julio de 2012
Las casas de Neruda
Los sonetos, sí, los sonetos. Su trabajo político. Su autobiografía de nombre confesional. Sí, todo eso es Neruda. Pero no podemos olvidar sus casas, esas tres moradas (en Santiago, en Isla Negra y en Valparaíso) que decoró con abundancia y dedicación.
Aquí, unas fotos. Los que quieran enviarnos sus propias fotos de las casas de Neruda, solo tienen que escribirnos a [email protected] y las publicaremos por aquí.
La Chascona (Santiago de Chile) |
El campanario, cerca de su tumba, ya en la casa de Isla Negra |
Una de sus tantas colecciones... |
Una de sus odas al buen vivir... |
Un pez fuera del agua Aquí, las fotos de Jessica Davis (¡gracias, Jessica!), todas de Isla Negra |
jueves, 12 de julio de 2012
Uno de 100 sonetos
El 12 de julio de 1904 nacía uno de los poetas más reconocidos dentro de la lengua castellana: el chileno Pablo Neruda, premio Nobel de Literatura 1971. De su libro Cien sonetos de amor, copiamos aquí el canto XXV:
Antes de amarte, amor, nada era mío:
vacilé por las calles y las cosas:
nada contaba ni tenía nombre:
el mundo era del aire que esperaba.
Yo conocí salones cenicientos,
túneles habitados por la luna,
hangares crueles que se despedían,
preguntas que insistían en la arena.
Todo estaba vacío, muerto y mudo,
caído, abandonado y decaído,
todo era inalienablemente ajeno.
Todo era de los otros y de nadie,
hasta que tu belleza y tu pobreza
llenaron el otoño de regalos.
lunes, 11 de junio de 2012
Juan José Saer, en el extranjero
El 11 de junio de 2005 murió Juan José Saer. Había nacido en 1937, en la provincia de Santa Fe (Argentina). Desde 1968, por exilio voluntario, residía en Francia y trabajaba como profesor universitario.
Autor de cuentos, novelas y ensayos traducidos a varios idiomas, Saer llegó a ser considerado uno de los escritores más destacados de la literatura argentina. Entre otras obras se pueden citar Unidad de lugar (1967), Cicatrices (1969), El limonero real (1974), Nadie nada nunca (1980), Las nubes (1997) y Lugar (2000). De su obra La mayor, extraordinario conjunto de relatos, extraemos un texto breve, pero muy representativo de su escritura y de sus obsesiones conceptuales y literarias:
Autor de cuentos, novelas y ensayos traducidos a varios idiomas, Saer llegó a ser considerado uno de los escritores más destacados de la literatura argentina. Entre otras obras se pueden citar Unidad de lugar (1967), Cicatrices (1969), El limonero real (1974), Nadie nada nunca (1980), Las nubes (1997) y Lugar (2000). De su obra La mayor, extraordinario conjunto de relatos, extraemos un texto breve, pero muy representativo de su escritura y de sus obsesiones conceptuales y literarias:
En el extranjero
La nada no ocupa mi pensamiento sino mi vida, me decía, hace unos días, en una carta, Pichón Garay. Durante las horas del día no le dedico el más mínimo pensamiento; y mis noches se llenan de sueños carnales. Ha de ser porque la nada es una certidumbre, y hay una raza de hombres a la que debo, presumiblemente, pertenecer, que no baila más que con la música de lo incierto.
Así me escribe a veces, desde el extranjero, Pichón Garay. O también: el extranjero no deja rastro, sino recuerdos. Los recuerdos nos son a menudo exteriores: una película en colores de la que somos la pantalla. Cuando la proyección se detiene, recomienza la oscuridad. Los rastros, en cambio, que vienen desde más lejos, son el signo que nos acompaña, que nos deforma y que moldea nuestra cara, como el puñetazo la nariz del boxeador. Se viaja siempre al extranjero. Los niños no viajan sino que ensanchan su país natal.
Otra de sus cartas traía la siguiente reflexión: el ajo y el verano son dos rastros que no vienen siempre desde muy lejos. El extranjero pone en evidencia su irrealidad. Estoy tratando de decirte que el extranjero –es decir, la vida para mí hace siete años– es un rodeo estúpido, y tal vez en espiral, que me hace pasar, una y otra vez, por la latitud del punto capital, pero un poco más lejos cada vez. Releyéndome, compruebo que, como de costumbre, lo esencial no se ha dejado decir. O incluso: dichosos los que se quedan, Tomatis, dichosos los que se quedan. De tanto viajar las huellas se entrecruzan, los rastros se sumergen o se aniquilan y si se vuelve alguna vez, no va que viene con uno, insaciable, el extranjero, y se instala en la casa natal.
martes, 5 de junio de 2012
García Lorca y su romance sonámbulo
El 5 de junio nació el poeta y dramaturgo español Federico García Lorca, perteneciente a la llamada Generación del 27. Es, probablemente, el poeta de mayor difusión de la literatura en lengua castellana del siglo XX. Murió en 1936, ejecutado por la facción fascista de la Guerra Civil Española debido a su afinidad con el Frente Popular y a su condición homosexual.
De su Romancero gitano, aquí va el tan citado poema "Romance sonámbulo":
De su Romancero gitano, aquí va el tan citado poema "Romance sonámbulo":
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.
*
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
*
Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.
*
Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.
*
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!
*
Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.
viernes, 1 de junio de 2012
Macedonio Fernández, anécdotas de Recienvenido
El 1º de junio de 1874 nació el más anticonvencional de los escritores argentinos: Macedonio Fernández, autor de, entre otras obras, No toda es vigilia la de ojos abiertos, Papeles de recienvenido, Continuación de la nada y Museo de la novela eterna. Exploró con humor punzante, escéptico, renovador y lógica absurda –pero no tanto– temas cotidianos y metafísicos.
Admirado por Borges (quien decía "lo imité hasta la trascripción, hasta el apasionado y devoto plagio"), formó parte de la generación martinfierrista. Murió en 1952. Compartiremos aquí fragmentos célebres y frases imperdibles:
Admirado por Borges (quien decía "lo imité hasta la trascripción, hasta el apasionado y devoto plagio"), formó parte de la generación martinfierrista. Murió en 1952. Compartiremos aquí fragmentos célebres y frases imperdibles:
"El salón estaba tan vacío que una ausencia más no cabía."
"El principio del discurso es su parte más difícil y desconfío de aquellos que comienzan por él"; y lo que puede tomarse por su reverso: "Huyo de asistir al final de mis escritos por lo que antes de ello los termino".
"Se estaba produciendo una lluvia de día domingo con completa equivocación porque estábamos en martes, día de semana seco por excelencia."
"Basta que algo no se entienda para que tenga mucho sentido, lo muy claro es sospechoso; casi todo lo que no dijo nada se redactó perfecto."
Fragmento de "El Recienvenido":
¡Fue tan fortísimo el golpe que no hay memoria en la localidad de que en los últimos cuarenta años se haya registrado temperatura tan elevada en la región golpeada! (Otra cosa que los más ancianos del país no recuerdan es que yo haya sido visto con dinero algún día en ese mismo intervalo; pero eso lo diré más adelante, cuando otro hecho excepcional requiera el énfasis de una referencia a cosa no acaecida en cuarenta años.) Esos intervalos de 40 años tan cómodos se encuentran en cualquier localidad (...)".
Fragmento de "El accidente de Recienvenido":
—Me di contra la vereda.
—¿En defensa propia? —indagó el agente.
—No, en ofensa propia: yo mismo me he descargado la vereda en la frente.
—La cornisa de la vereda —apuntó un reportero— le cayó sobre el rostro a nivel de la tercera circunvolución izquierda, asiento de la palabra...
—Y del periodismo —insinuó el accidentado.
—Que ha recobrado en este momento. —Y sigue redactando el periodista:—El artesonado de la acera...
—No se culpe a nadie, propongo...
—No, eso es para suicidarse.
—De mi pronta mejoría, quería decir. Ruego al señor reportero que figure algo en la noticia de "decúbito dorsal".
—No hay necesidad: los operarios tipógrafos lo ponen siempre. O si no, ponen "base del cráneo".
—¿Se me dirá si me puedo levantar sin deslucir la noticia de un suicidio?
—¿Iban mal sus negocios?
—Nada de eso: la única dificultad ha sido el cordón de la vereda.
—¿Puedo anotar oposición de familia a su noviazgo?
Otro insiste en que había mediado agresión y le ruega aclare si se interponía "un viejo resentimiento".
—Alguien, un desconocido desde mucho tiempo atrás para usted, avanzó resueltamente y desenfundando un cordón de la vereda Colt-Browning se lo disparó.
En fin, Recienvenido empieza a sulfurarse y los increpa:
—Yo estaba aquí antes que ustedes y mis informes son más anticipados! Voy a darles un resumen publicable:
"Yo caí: fui derribado por el golpe de la orilla de la vereda; sin embargo, no necesitaba ya serlo, pues mi cabeza salió a recibir el golpe yéndose al suelo."
Fragmento de "Aniversario de Recienvenido":
"No sé si por algunos excesos de conducta o por observancias poco estrictas en mi régimen de vida cumpliré en breve cincuenta años. No lo he efectuado antes porque cada vez que impacienté el tiempo, adelantando algún acontecimiento, me cambiaron uno bueno por uno malo. La elección de un día invariable de cumpleaños me ha permitido conocerlo tan bien que aun con los ojos vedados cumpliría mi aniversario.
Alguien dirá: ¡Pero, Recienvenido, otra vez de cumpleaños! ¡Vd. no se corrige!; ¡La experiencia no le sirve de nada! ¡A su edad cumpliendo años!
Yo efectivamente entre amigos no lo haría. Mas en las biografías nada más exigido.
Otros juzgarán que el anuncio de mi próximo aniversario va encaminando a incitar a los cronistas sociales para recordarme con encomios. "Nadie como el Sr. R. ha cumplido tan pronto los cincuenta años"; o bien: "A pesar de que esto le sucedía por primera vez cumplió su medio siglo el apreciado caballero como si [83] siempre lo hubiera hecho". Alguien con algún desdén: "Con la higiene y la ciencia moderna, quién no tiene hoy cincuenta años". "A su edad no tenía mucho que elegir".
miércoles, 30 de mayo de 2012
Voltaire y su diccionario filosófico
El 30 de mayo de 1778, murió Voltaire, escritor francés nacido en París en 1694. Fundó su moral en la tolerancia y la razón. Sus obras más destacadas son Cándido y Diccionario filosófico. Precisamente de esta última obra extrajimos el artículo "Plagio", que es representativo de la perspicacia y el tono irónico de su escritura y pensamiento:
Dícese que trae su etimología de la palabra latina plaga, que significa condenar a la pena de azotes a los que habían vendido hombres libres por esclavos. Esto no tiene nada que ver con el plagio de los autores, los que no venden hombres esclavos ni libres y sólo se venden algunas veces a sí mismos por exigua cantidad de dinero.
Cuando un autor vende los pensamientos de otros por suyos, se llama plagio ese hurto. Podrán, pues, llamarse plagiarios todos los compiladores, todos los que escriben diccionarios, si no hacen más que repetir las opiniones, los errores, las imposturas, las verdades que estaban ya impresas en diccionarios precedentes; pero al menos estos son plagiarios de buena fe, que no se atribuyen el mérito de la invención. Ni siquiera pretenden haber desenterrado de monumentos antiguos los materiales que reúnen; no han hecho otra cosa que copiar a los laboriosos compiladores del siglo XVI. Nos venden en un volumen en cuarto lo que ya teníamos impreso en un volumen en folio. Pueden llamarse libreros mejor que autores, y mejor pueden colocarse en la clase de ropavejeros que en la de plagiarios.
El verdadero plagio consiste en publicar como nuestras las obras de otros; en coser en ellas trozos largos de un buen libro, cambiando algunas palabras; pero el lector ilustrado, al conocer un pedazo de paño de oro entre otros muchos de paño burdo, reconoce en seguida al ladrón torpe.
sábado, 19 de mayo de 2012
José Martí, de verso sencillo
El 19 de mayo de 1895 muere José Martí, uno de los principales exponentes del modernismo en Hispanoamérica, poeta, ensayista, periodista y crítico reconocido en el mundo entero. Con la pluma, primero, y luego a través del combate físico, Martí trabajó siempre por la independencia de Cuba (entonces colonia española) y por la autonomía de Latinoamérica en general. Murió, de hecho, durante una acción de guerra en Dos Ríos.
Esta tensión entre sus dos formas de combate (la escritura y la lucha armada) recorre toda su obra y asoma explícitamente en varias de sus crónicas y poemas, como por ejemplo en este fragmento, "V", extraído de Versos sencillos:
Si ves un monte de espumas
Es mi verso lo que ves:
Mi verso es un monte, y es
Un abanico de plumas.
Mi verso es como un puñal
Que por el puño echa flor:
Mi verso es un surtidor
Que da un agua de coral.
Mi verso es de un verde claro
Y de un carmín encendido:
Mi verso es un ciervo herido
Que busca en el monte amparo.
Mi verso al valiente agrada:
Mi verso, breve y sincero,
Es del vigor del acero
Con que se funde la espada.
Esta tensión entre sus dos formas de combate (la escritura y la lucha armada) recorre toda su obra y asoma explícitamente en varias de sus crónicas y poemas, como por ejemplo en este fragmento, "V", extraído de Versos sencillos:
Si ves un monte de espumas
Es mi verso lo que ves:
Mi verso es un monte, y es
Un abanico de plumas.
Mi verso es como un puñal
Que por el puño echa flor:
Mi verso es un surtidor
Que da un agua de coral.
Mi verso es de un verde claro
Y de un carmín encendido:
Mi verso es un ciervo herido
Que busca en el monte amparo.
Mi verso al valiente agrada:
Mi verso, breve y sincero,
Es del vigor del acero
Con que se funde la espada.
miércoles, 16 de mayo de 2012
Rulfo y por qué un huérfano llega a Comala
El 16 de mayo de 1918 nace Juan Rulfo, escritor mexicano, autor de pocos pero excelentes libros: Pedro Páramo y El llano en llamas.
Del primero se citan muchas veces las primeras líneas como ejemplo de inicio de novela. Con voz en primera persona, Rulfo ya instala el tono, entra en materia, y genera intriga y cierta desazón por el personaje hasta entonces anónimo y huérfano. Recordémoslo:
Del primero se citan muchas veces las primeras líneas como ejemplo de inicio de novela. Con voz en primera persona, Rulfo ya instala el tono, entra en materia, y genera intriga y cierta desazón por el personaje hasta entonces anónimo y huérfano. Recordémoslo:
Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. "No dejes de ir a visitarlo –me recomendó–. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le va a dar gusto conocerte." Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Todavía antes me había dicho:
–No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio... El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
–Así lo haré, madre.
Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala.
Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente, envenenado por el olor podrido de la saponarias.
lunes, 14 de mayo de 2012
Definiciones de autor
Aparte de novelas, artículos y ensayos, algunos escritores se dedicaron a la creación de obras de referencia y así redactaron diccionarios.
Por supuesto, en un plan lúdico, nada relacionado con las definiciones de la Real Academia Española. Entre chistosas y satíricas, sus entradas son siempre pequeñas descripciones de conceptos, que iluminan un aspecto absurdo, ridículo o despreciable de nuestras costumbres como sociedad.
Dos ejemplos:
El caso de Diccionario del diablo, del escritor estadounidense Ambrose Bierce, que exhibe, en primer plano, la crítica a presupuestos y valores sociales:
Y también el de Gustave Flaubert, su Diccionario de lugares comunes (un proyecto literario concebido en 1847, pero publicado póstumamente en 1911) abocado a cuestionar clichés:
Diccionario del diablo (clic aquí para bajarlo) |
Por supuesto, en un plan lúdico, nada relacionado con las definiciones de la Real Academia Española. Entre chistosas y satíricas, sus entradas son siempre pequeñas descripciones de conceptos, que iluminan un aspecto absurdo, ridículo o despreciable de nuestras costumbres como sociedad.
Dos ejemplos:
El caso de Diccionario del diablo, del escritor estadounidense Ambrose Bierce, que exhibe, en primer plano, la crítica a presupuestos y valores sociales:
ABSOLUTO. Independiente, irresponsable. Una monarquía absoluta es aquella en que el soberano hace lo que le place, siempre que él plazca a los asesinos. No quedan muchas: la mayoría han sido reemplazadas por monarquías limitadas, donde el poder del soberano para hacer el mal (y el bien) está muy restringido; o por repúblicas, donde gobierna el azar.
BODA. Ceremonia en la que dos personas prometen volverse una, una propone volverse nada, y nada promete volverse tolerable.
COBARDE. Dícese del que en una emergencia peligrosa piensa con las piernas.
DENTISTA. Prestidigitador que introduce metal en la boca y extrae dinero del bolsillo.
PACIENCIA. Forma menor de la desesperación, disfrazada de virtud.
RELOJ. Máquina de gran valor moral para el hombre, que mitiga su preocupación por el futuro al recordarle cuánto tiempo le queda.
Y también el de Gustave Flaubert, su Diccionario de lugares comunes (un proyecto literario concebido en 1847, pero publicado póstumamente en 1911) abocado a cuestionar clichés:
ESTORNUDO. Después de decir: "¡Salud!", trabarse en una discusión acerca del origen de esta costumbre.
EXCEPCIÓN. Decir que confirma la regla. No arriesgarse a explicar cómo.
FATALIDAD. Palabra exclusivamente romántica. Hombre fatal: dícese del que tiene ojos penetrantes.
GOLONDRINAS. No llamarlas jamás de otro modo que "mensajeras de primavera". Como se ignora de dónde vienen, hay que decir que arriban "de las comarcas lejanas" (poético).
HORMIGAS. Bonito ejemplo para citar delante de un despilfarrador. Proporcionaron la idea de las cajas de ahorro.¿Conocen más falsos diccionarios? ¿Se les ocurren nuevas definiciones para aportar a términos conocidos, según el modelo de estos autores? Amor, político o sana envidia pueden ser buenas expresiones con las que empezar...
domingo, 29 de abril de 2012
Animales en la poesía de Pizarnik
El 29 de abril del 1936 nace Alejandra Pizarnik, poeta argentina. En homenaje al Día del Animal que se festeja hoy en la Argentina, aquí compartimos algunas de las tantas poesías en que los animales aparecen como metáforas o imágenes:
La mesa verde
El sol como un gran animal demasiado amarillo. Es una suerte que nadie me ayude. Nada más peligroso, cuando se necesita ayuda, que recibir ayuda.
Pero a mi noche no la mata ningún sol.
¿Tendré tiempo para hacerme una máscara cuando emerja de la sombra?
Me pruebo en el lenguaje en que compruebo el peso de mis muertos.
El mar esconde sus muertos. Porque lo de abajo tiene que quedar abajo.
Como yo la quería
Morir como muere un animal pequeño en los cuentos para niños.
Eso tan terrible. Lleno de hermosura.
IX
Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.
Tiempo
Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla.
Mi infancia y su perfume a pájaro acariciado.
La mesa verde
El sol como un gran animal demasiado amarillo. Es una suerte que nadie me ayude. Nada más peligroso, cuando se necesita ayuda, que recibir ayuda.
Pero a mi noche no la mata ningún sol.
¿Tendré tiempo para hacerme una máscara cuando emerja de la sombra?
Me pruebo en el lenguaje en que compruebo el peso de mis muertos.
El mar esconde sus muertos. Porque lo de abajo tiene que quedar abajo.
Como yo la quería
Morir como muere un animal pequeño en los cuentos para niños.
Eso tan terrible. Lleno de hermosura.
IX
Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.
Tiempo
A Olga Orozco
Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla.
Mi infancia y su perfume a pájaro acariciado.
jueves, 26 de abril de 2012
El trabajo contado por la literatura
Inspirados en el próximo feriado del Día Internacional del Trabajador, celebrado el 1º de Mayo en casi todos los países, esta vez recordamos los cuentos o novelas que tomaron el trabajo como una circunstancia definitoria en los destinos vitales de sus personajes.
Ese es el caso de Bartleby, el escribiente, ese empleado desquiciante descrito por Herman Melville, que se dedicaba a copiar documentos y a declarar, cada vez con mayor frecuencia y creciente absurdo (y sin ningún tipo de explicación -con lo que movía a total irritación tanto a su empleador como a nosotros, los lectores-), que había algunas tareas que "preferiría" no hacer... y punto: esa era toda la información que Bartleby se encontraba dispuesto a brindar. El trabajo aparece caracterizado, a veces, como espacio de emergencia de personajes exóticos; de encuentro y socialización con los otros, los raros.
Pero, también, se presenta el trabajo asociado a la pasión. Como, siguiendo con los escribidores a sueldo, el talentoso pero intratable Pedro Camacho: "boliviano y artista" (en la autodescripción del propio personaje); de "seriedad funeral" (en palabras del narrador). Pedro Camacho era el encargado de todos los radioteatros de la Radio Central de Lima, Perú, en la novela La Tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa. Y tan en serio se tomaba su trabajo, tan obsesivo era en sus creaciones, que terminaba sucumbiendo de agotamiento mental y físico, mezclando disparadamente los distintos hilos narrativos de sus distintas radionovelas... y fracasando con rotundidad.
Y, además, el trabajo como sufrimiento, como aplacamiento del potencial personal. El paradigma: los personajes de Roberto Arlt, que se angustian por la falta de dinero: esos que esperan evadir el injusto sistema y dar el "batacazo" (inventar, por ejemplo, la rosa de cobre; una alquimia para enriquecerse de un día al otro). Y Roberto Artl mismo, resentido con su destino de escritor profesional, por encargo; de autor que no podía, como otros, permitirse la literatura como única ocupación. En el famoso prólogo a Los lanzallamas (ese en el que habla de su ficción como un "cross a la mandíbula" y de sus críticos como "eunucos que bufan"), lo dice claramente: "Orgullosamente afirmo que escribir, para mí, constituye un lujo. No dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo".
De esta variante hay otras caras posibles. El trabajo como rutina, como organismo que deglute la energía de los seres humanos. Así aparece tanto en el libro que regalamos abajo, El capote, de Gogol, y en Cuentos de la oficina, de Roberto Mariani, en cuyo relato "Balada de la oficina", es la oficina (personificada), quien tiene la palabra. E indica a su empleado:
"Ahora vete contento. Has cumplido con tu Deber. Ve a tu casa. No te detengas en el camino. Hay que ser serio, honesto, sin vicios. Y vuelve mañana, y todos los días durante 25 años; durante los 9.125 días que llegues a mí, yo te abriré mi seno de madre; después, si no te has muerto tísico, te daré la jubilación. Entonces, gozarás del sol, y al día siguiente te morirás. ¡Pero habrás cumplido con tu Deber!".
La otra dimensión muy explorada del trabajo como sufrimiento es, finalmente, ya no individual, sino social: el trabajo como explotación, y la literatura, como denuncia: el caso de Redoble por rancas, de Manuel Scorza, o Los dueños de la tierra, de David Viñas.
Estas facetas son algunas de las que emergen cuando la literatura cuenta sobre las actividades laborales o vocacionales necesarias para la supervivencia. ¿Qué otros libros recuerdan que presenten el trabajo como tema? Y ¿qué aspecto destacan? Lo conversamos aquí.
Ese es el caso de Bartleby, el escribiente, ese empleado desquiciante descrito por Herman Melville, que se dedicaba a copiar documentos y a declarar, cada vez con mayor frecuencia y creciente absurdo (y sin ningún tipo de explicación -con lo que movía a total irritación tanto a su empleador como a nosotros, los lectores-), que había algunas tareas que "preferiría" no hacer... y punto: esa era toda la información que Bartleby se encontraba dispuesto a brindar. El trabajo aparece caracterizado, a veces, como espacio de emergencia de personajes exóticos; de encuentro y socialización con los otros, los raros.
Pero, también, se presenta el trabajo asociado a la pasión. Como, siguiendo con los escribidores a sueldo, el talentoso pero intratable Pedro Camacho: "boliviano y artista" (en la autodescripción del propio personaje); de "seriedad funeral" (en palabras del narrador). Pedro Camacho era el encargado de todos los radioteatros de la Radio Central de Lima, Perú, en la novela La Tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa. Y tan en serio se tomaba su trabajo, tan obsesivo era en sus creaciones, que terminaba sucumbiendo de agotamiento mental y físico, mezclando disparadamente los distintos hilos narrativos de sus distintas radionovelas... y fracasando con rotundidad.
Y, además, el trabajo como sufrimiento, como aplacamiento del potencial personal. El paradigma: los personajes de Roberto Arlt, que se angustian por la falta de dinero: esos que esperan evadir el injusto sistema y dar el "batacazo" (inventar, por ejemplo, la rosa de cobre; una alquimia para enriquecerse de un día al otro). Y Roberto Artl mismo, resentido con su destino de escritor profesional, por encargo; de autor que no podía, como otros, permitirse la literatura como única ocupación. En el famoso prólogo a Los lanzallamas (ese en el que habla de su ficción como un "cross a la mandíbula" y de sus críticos como "eunucos que bufan"), lo dice claramente: "Orgullosamente afirmo que escribir, para mí, constituye un lujo. No dispongo, como otros escritores, de rentas, tiempo o sedantes empleos nacionales. Ganarse la vida escribiendo es penoso y rudo".
De esta variante hay otras caras posibles. El trabajo como rutina, como organismo que deglute la energía de los seres humanos. Así aparece tanto en el libro que regalamos abajo, El capote, de Gogol, y en Cuentos de la oficina, de Roberto Mariani, en cuyo relato "Balada de la oficina", es la oficina (personificada), quien tiene la palabra. E indica a su empleado:
"Ahora vete contento. Has cumplido con tu Deber. Ve a tu casa. No te detengas en el camino. Hay que ser serio, honesto, sin vicios. Y vuelve mañana, y todos los días durante 25 años; durante los 9.125 días que llegues a mí, yo te abriré mi seno de madre; después, si no te has muerto tísico, te daré la jubilación. Entonces, gozarás del sol, y al día siguiente te morirás. ¡Pero habrás cumplido con tu Deber!".
La otra dimensión muy explorada del trabajo como sufrimiento es, finalmente, ya no individual, sino social: el trabajo como explotación, y la literatura, como denuncia: el caso de Redoble por rancas, de Manuel Scorza, o Los dueños de la tierra, de David Viñas.
Estas facetas son algunas de las que emergen cuando la literatura cuenta sobre las actividades laborales o vocacionales necesarias para la supervivencia. ¿Qué otros libros recuerdan que presenten el trabajo como tema? Y ¿qué aspecto destacan? Lo conversamos aquí.
lunes, 23 de abril de 2012
De Cervantes al Duque de Béjar
23 de abril de 1616 (al igual que Shakespeare, aunque siguiendo otro calendario) murió Miguel de Cervantes Saavedra, el autor de muchas obras, pero sobre todo de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, en sus dos partes, que constituye para la crítica la primera novela moderna.
De ese famoso, indispensable y novedoso libro, extraemos su dedicatoria, en la que, como no podía ser de otra forma, Cervantes dedica el libro a su mecenas:
De ese famoso, indispensable y novedoso libro, extraemos su dedicatoria, en la que, como no podía ser de otra forma, Cervantes dedica el libro a su mecenas:
AL DUQUE DE BÉJAR, MARQUÉS DE GIBRALEÓN, CONDE DE BENALCÁZAR Y BAÑARES, VIZCONDE DE LA PUEBLA DE ALCOCER, SEÑOR DE LAS VILLAS DE CAPILLA, CURIEL Y BURGUILLOS(Más sobre dedicatorias, en el libro de regalo para los miembros del Club de Lectores).
En fe del buen acogimiento y honra que hace Vuestra Excelencia a toda suerte de libros, como príncipe tan inclinado a favorecer las buenas artes, mayormente las que por su nobleza no se abaten al servicio y granjerías del vulgo, he determinado de sacar a luz al Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha al abrigo del clarísimo nombre de Vuestra Excelencia, a quien, con el acatamiento que debo a tanta grandeza, suplico le reciba agradablemente en su protección, para que a su sombra, aunque desnudo de aquel precioso ornamento de elegancia y erudición de que suelen andar vestidas las obras que se componen en las casas de los hombres que saben, ose parecer seguramente en el juicio de algunos que, no conteniéndose en los límites de su ignorancia, suelen condenar con más rigor y menos justicia los trabajos ajenos; que, poniendo los ojos la prudencia de Vuestra Excelencia en mi buen deseo, fío que no desdeñará la cortedad de tan humilde servicio.
lunes, 16 de abril de 2012
Intertextualidad en pequeñas dosis
Hace pocos días mencionábamos en facebook el debate (devenido en juicio) entre María Kodama y un autor que tomó "El Aleph" -el conocido relato de Jorge Luis Borges-, lo "engordó" (duplicó sus 4000 palabras agregando nuevas acá y allá) y lo publicó, precisamente, con el descriptivo título El Aleph engordado. Simplificando, la interpretación en torno al polémico lanzamiento fueron dos: apropiación indebida (Kodama) - intertextualidad productiva (Pablo Katchadjian, autor del experimento).
La intertextualidad es un concepto literario definido por la crítica en el siglo pasado, que se refiere al hecho de que cada texto se relaciona con otros. No hay obra cerrada y autónoma: todas evocan, de manera más o menos explícita, temas, estilos, estructuras de otras; todas incorporan -mediante la cita, la alusión, la imitación, la parodia o la ironía- expresiones artísticas anteriores. En pocas palabras, toda obra es un diálogo con otras, las pasadas y las por venir.
Aquí, dos ejemplitos de intertextualidad en la disfrutable forma de microrrelatos:
"El cuervo preparado", de Álvaro Yunque, con la célebre fábula del zorro y el cuervo
El Cuervo, subido a un árbol, estaba no con un queso según dice la fábula clásica, sí con un sangriento pedazo de carne en el corvo pico. Llegó el zorro. El olor lo hizo levantar la cabeza, vio al cuervo banqueteándose, y rompió a hablar.
—¡Oh, hermoso cuervo! ¡Qué plumaje el tuyo! ¡Qué lustre! ¿No cantas, cuervo? ¡Si tu voz es tan bella como tu reluciente plumaje, serás el más magnífico de los pájaros! ¡Canta, hermoso cuervo!
El cuervo se apresuró a tragar la carne, y dijo al zorro:
—He leído a La Fontaine.
"Lot", de Olga Harmony, de ecos bíblicos
¡Qué tedio puede llegar a padecerse al lado de un justo! Todos se divierten en Sodoma, menos en esta familia en la que tanto se teme al pecado.
Y, exasperada, la mujer de Lot prosiguió su soliloquio:
—¿Es que nada vendrá a darle sabor a mi vida?
La intertextualidad es un concepto literario definido por la crítica en el siglo pasado, que se refiere al hecho de que cada texto se relaciona con otros. No hay obra cerrada y autónoma: todas evocan, de manera más o menos explícita, temas, estilos, estructuras de otras; todas incorporan -mediante la cita, la alusión, la imitación, la parodia o la ironía- expresiones artísticas anteriores. En pocas palabras, toda obra es un diálogo con otras, las pasadas y las por venir.
Aquí, dos ejemplitos de intertextualidad en la disfrutable forma de microrrelatos:
"El cuervo preparado", de Álvaro Yunque, con la célebre fábula del zorro y el cuervo
El Cuervo, subido a un árbol, estaba no con un queso según dice la fábula clásica, sí con un sangriento pedazo de carne en el corvo pico. Llegó el zorro. El olor lo hizo levantar la cabeza, vio al cuervo banqueteándose, y rompió a hablar.
—¡Oh, hermoso cuervo! ¡Qué plumaje el tuyo! ¡Qué lustre! ¿No cantas, cuervo? ¡Si tu voz es tan bella como tu reluciente plumaje, serás el más magnífico de los pájaros! ¡Canta, hermoso cuervo!
El cuervo se apresuró a tragar la carne, y dijo al zorro:
—He leído a La Fontaine.
"Lot", de Olga Harmony, de ecos bíblicos
¡Qué tedio puede llegar a padecerse al lado de un justo! Todos se divierten en Sodoma, menos en esta familia en la que tanto se teme al pecado.
Y, exasperada, la mujer de Lot prosiguió su soliloquio:
—¿Es que nada vendrá a darle sabor a mi vida?
sábado, 31 de marzo de 2012
Las palabras de Octavio Paz
El 31 de marzo de 1914 nace el poeta y escritor mexicano Octavio Paz, premio Cervantes en 1981 y Nobel de Literatura en 1990. Sus ensayos se ocupan de temas políticos, históricos y culturales con gran sagacidad. Entre sus obras se destacan Libertad bajo palabra, El laberinto de la soledad, Puertas al campo y Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe.
De él recordamos la poesía "Mis palabras":
De él recordamos la poesía "Mis palabras":
Mis palabras,
al hablar de la casa, se agrietan.
Cuartos y cuartos, habitados
sólo por sus fantasmas,
sólo por el rencor de los mayores
habitados. Familias,
criaderos de alacranes:
como a los perros dan con la pitanza
vidrio molido, nos alimentan con sus odios
y la ambición dudosa de ser alguien.
También me dieron pan, me dieron tiempo,
claros en los recodos de los días,
remansos para estar solo conmigo.
Niño entre adultos taciturnos
y sus terribles niñerías,
niño por los pasillos de altas puertas,
habitaciones con retratos,
crepusculares cofradías de los ausentes,
niño sobreviviente
de los espejos sin memoria
y su pueblos de viento:
el tiempo y sus encarnaciones
resuelto en simulacros de reflejos.
En mi casa los muertos eran más que los vivos.
Mi madre, niña de mil años,
madre del mundo, huérfana de mí,
abnegada, feroz, obtusa, providente,
jilguera, perra, hormiga, jabalina,
carta de amor con faltas de lenguaje,
mi madre: pan que yo cortaba
con su propio cuchillo día a día.
Los fresnos me enseñaron,
bajo la lluvia, la paciencia,
a cantar cara al viento vehemente.
Virgen somnílocua, una tía
me enseñó a ver con los ojos cerrados,
ver hacia adentro y a través del muro.
Mi abuelo a sonreír en la caída
y a repetir en los desastres: al hecho, pecho.
(Esto que digo es tierra
sobre tu nombre derramada: blanda te sea.)
Del vómito a la sed,
atado al potro del alcohol,
mi padre iba y venía entre las llamas.
Por los durmientes y los rieles
de una estación de moscas y de polvo
una tarde juntamos tus pedazos.
Yo nunca pude hablar con él.
Lo encuentro ahora en sueños,
esa borrosa patria de los muertos.
Hablamos siempre de otras cosas.
Mientras la casa se desmoronaba
yo crecía. Fui (soy) yerba, maleza
entre escombros anónimos.
jueves, 29 de marzo de 2012
Alfonsina Storni contra el estereotipo femenino
El 29 de marzo de 1892 nace la poetisa argentina Alfonsina Storni. La mayoría de sus poemas se centran en el tema amoroso, como los de Mundo de siete pozos (1934) y Máscarilla y trébol (1938). No obstante, el enfoque dista del poema de amor estereotipado. Y también del lugar de enunciación esperado de una mujer: Alfonsina se rebela contra las imposiciones de género, como se ve en sus artículos y en la postura de diferenciación respecto de las expectativas ajenas (masculinas) de "Tú me quieras blanca":
Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada
Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.
[...] Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba! [...]
Su cuestionamiento a las convenciones de la época la volvió menos aceptable en los círculos literarios de entonces. Víctima de un cáncer y de amores contrariados, se suicidó en la madrugada del 25 de octubre de 1938. Días antes, había escrito su último poema, "Voy a dormir":
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias... Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.
Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada
Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.
[...] Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba! [...]
Su cuestionamiento a las convenciones de la época la volvió menos aceptable en los círculos literarios de entonces. Víctima de un cáncer y de amores contrariados, se suicidó en la madrugada del 25 de octubre de 1938. Días antes, había escrito su último poema, "Voy a dormir":
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación, la que te guste;
todas son buenas, bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias... Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido.
domingo, 25 de marzo de 2012
La lectura levantando la cabeza
¿Nunca les ha pasado leyendo un libro que se han ido parando constantemente a lo largo de la lectura, no por desinterés sino al contrario, a causa de una gran afluencia de ideas, de excitaciones, de asociaciones? En una palabra, ¿no les ha pasado nunca eso de leer levantando la cabeza? Es sobre esa lectura, irrespetuosa porque interrumpe el texto y a la vez prendada de él, al que retorna para nutrirse, sobre lo que intento escribir.
De El susurro del lenguaje, en recuerdo del aniversario de la muerte de un gran lector, Roland Barthes.
miércoles, 21 de marzo de 2012
Estaciones: primavera
Para quienes hoy empieza la temporada más luminosa y prometedora, aquí la minuciosa y monumental Alegoría de la primavera, de Sandro Botticelli (pintada c. 1478 y conservada en la Galería de los Uffizi).
domingo, 18 de marzo de 2012
Reflexiones de John Updike
El 18 de marzo de 1932 nace John Updike, escritor y periodista estadounidense. De Paris Review, Conversaciones de escritores (El Ateneo, Buenos Aires, 1998), extraemos respuestas interesantes sobre:
la relación de su escritura y la forma de vida:
"Repudio cualquier conexión esencial entre mi vida y lo que escribo. Creo que es un área de preocupación mórbida e inadecuada, si bien bastante natural... demasiadas preocupaciones mórbidas son naturales. Pero la obra, la palabra escrita sobre el papel, debe mantenerse apartada de nuestra presencia más viva. Cuando nos sentamos frente al escritorio nos transformamos en nada, excepto la excusa para esos pellejos que descartamos."
el interés de los escritores (Hemingway, Twain, Joyce, él mismo) en su infancia y primera juventud como tiempo especial:
"Nada que nos ocurra después de los veinte años será tan libre, tan despreocupado, porque para entonces ya tendremos vocación de escribir. La vida de los escritores se divide en dos mitades. Cuando uno descubre su vocación literaria disminuye su receptividad a la experiencia. Poder escribir se transforma en una especie de escudo, una forma de ocultamiento, una manera demasiado instantánea de transformar el dolor en miel... mientras que mientras uno es joven no puede evitar oponerse y observarse y sentir".
sobre el quehacer del escritor:
"Mi trabajo es meditación, no pontificación; por eso las entrevistas como esta se sienten como un doblez del crecimiento, una pose. No pienso mis libros como sermones o estrategias para una guerra de ideas, sino como objetos de diferentes formas y texturas, y dotados del misterio de todo lo que existe. La primera idea que tuve sobre el arte, cuando era niño, fue que el artista traía al mundo algo que no existía antes, y que lo hacía sin destruir nada a cambio. Una especie de refutación de la conservación de la materia. Esa me sigue pareciendo su magia central, su núcleo de alegría".
viernes, 16 de marzo de 2012
Olga Orozco y el empeño de la casualidad
El 16 de marzo de 1920 nace Olga Orozco, escritora argentina, nacida en La Pampa. Trabajó como periodista y recibió varios premios literarios, como el Juan Rulfo. Murió en 1999. De ella, recordamos su poema "Si la casualidad es la más empeñosa jugada del destino...":
Si la casualidad es la más empeñosa jugada del destino,
alguna vez podremos interrogar con causa a esas escoltas de genealogías
que tendieron un puente desde tu desamparo hasta mi exilio
y cerraron de golpe las bocas del azar.
Cambiaremos panteras de diamante por abuelas de trébol,
dioses egipcios por profetas ciegos, garra tenaz por mano sin descuido,
hasta encontrar las puntas secretas del ovillo que devanamos juntas
y fue nuestro pequeño sol de cada día.
Con errores o trampas, por esta vez hemos ganado la partida.
sábado, 18 de febrero de 2012
Leopoldo Lugones y las olas grises
El 18 de febrero de 1838 se suicida Leopoldo Lugones, se cree que por un fracaso amoroso y por la frustración que sentía frente al mal desempeño del régimen fascista iniciado en el año 30, que él mismo había defendido.
De él, tomamos el poema "Olas grises", bastante anterior a esta fecha, pero en el que ya un ánimo melancólico, próximo a la decepción, se deja entrever:
De él, tomamos el poema "Olas grises", bastante anterior a esta fecha, pero en el que ya un ánimo melancólico, próximo a la decepción, se deja entrever:
Llueve en el mar con un murmullo lento.
La brisa gime tanto, que da pena.
El día es largo y triste. El elemento
duerme el sueño pesado de la arena.
Llueve. La lluvia lánguida trasciende
su olor de flor helada y desabrida.
El día es largo y triste. Uno comprende
que la muerte es así…, que la vida es así.
Sigue lloviendo. El día es triste y largo.
En el remoto gris se abisma el ser.
Llueve… Y uno quisiera, sin embargo,
que no acabara nunca de llover.
domingo, 12 de febrero de 2012
Julio Cortázar y sus infalibles instrucciones para subir las escaleras
El 12 de febrero de 1984 muere Julio Cortázar, escritor argentino. Entre muchos otros relatos, novelas y páginas ingeniosas, nos dejó las siguientes instrucciones para subir la escalera en el curioso libro Historias de cronopios y de famas:
Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie.)
Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.
miércoles, 1 de febrero de 2012
Mary Shelley y la concepción de su historia espeluznante
Un día como hoy, 1º febrero, pero de 1851, moría Mary Wollstonecraft Godwin, más conocida como Mary Shelley, narradora, dramaturga, ensayista y biógrafa británica, reconocida por ser la autora de la novela Frankenstein o el moderno Prometeo, publicada por primera vez en 1818.
En la introducción redactada para una edición posterior del libro (la definitiva, de 1831), Mary Shelley contó en detalle qué desafío la movió a escribir, con menos de 20 años, esta historia; cómo la concibió, de qué modo dio con sus personajes y qué tema de la época le interesaba tocar.
En la introducción redactada para una edición posterior del libro (la definitiva, de 1831), Mary Shelley contó en detalle qué desafío la movió a escribir, con menos de 20 años, esta historia; cómo la concibió, de qué modo dio con sus personajes y qué tema de la época le interesaba tocar.
En el verano de 1816 visitamos Suiza y fuimos vecinos de Lord Byron. Al comienzo, pasábamos las horas en el lago o caminando por sus playas (...).
Pero fue un verano muy húmedo y la lluvia incesante impedía durante días salir de la casa. Algunos volúmenes de historias de fantasmas traducidas del alemán al francés cayeron en nuestras manos. (...)
Un día dijo Lord Byron [al médico —y también autor de historias de vampiros— John Polidori, al también escritor Percy Shelley, marido de Mary, y a la propia Mary]: "Cada uno de nosotros va a escribir una historia de fantasmas", y todos aceptamos su propuesta.
Por mi parte, yo me puse a pensar en una historia que pudiera rivalizar con aquellas que nos habían incitado a emprender este desafío. Una historia que tocara los miedos ocultos de nuestra naturaleza y que despertara un horror espeluznante, que hiciera que el lector temiera apartar su vista de la página un instante para mirar alrededor, que le congelara la sangre y que acelerara los latidos de su corazón. Si no cumplía con estos requisitos, mi historia de fantasmas no sería merecedora de tal nombre. Pensé y reflexioné durante horas, pero todo era en vano. Sentía aquella incapacidad de invención que es la mayor desgracia de los creadores, cuando la insípida Nada responde a nuestras ansiosas invocaciones. Cada mañana me preguntaban si había pensado en una historia, y cada mañana me veía forzada a responder con una mortificante negativa.
(...) Por su parte, en aquellos días, Lord Byron y Shelley mantuvieron muchas y largas conversaciones, de las que yo era un testigo devoto, aunque casi siempre silencioso. En una de ellas, los interlocutores dialogaron acerca de varias doctrinas filosóficas, y se discutió sobre la naturaleza del principio de la vida, y sobre si existía alguna posibilidad de que fuera descubierto y transmitido. Hablaron de los experimentos del Dr. Darwin [abuelo del naturalista Charles Darwin, teórico de la evolución de las especies] (...) Tal vez un cadáver pudiera ser vuelto a la vida; en todo caso, los desarrollos del galvanismo habían dado algun indicio para pensar en ello. Quizás las diferentes partes de una criatura podrían ser fabricadas, armadas , y dotadas del hálito vital.
Recuerdo que después de una de estas veladas y cuando había pasado ya la hora de las brujas, nos retiramos a descansar. Al apoyar la cabeza en la almohada, no me pude dormir, ni tampoco podría decir que pensaba. Era mi imaginación espontánea la que me poseía y me guiaba, dotando a las sucesivas imágenes que surgían en mi mente de una nitidez inusual en las ensoñaciones. Vi —con los ojos cerrados, pero con una aguda visión mental— al pálido estudiante de artes profanas arrodillado junto al ente que había armado. Vi la espantosa figura de un hombre yaciendo inerte y que, poco después, con la ayuda de una poderosa máquina daba señales de vida y comenzaba a moverse con dificultad. (...)
La idea se me ocurrió con la rapidez de la luz: "¡Por fin lo encontré! Lo que me hizo morir de miedo seguramente hará de morir de miedo a otros, ¡solamente necesito describir el espectro que acechó mi almohada!".
A la mañana siguiente pude anunciar que tenía una historia.
viernes, 27 de enero de 2012
Liberen al lector
Sus años de ser profesor de literatura y enfrentarse al desafío de convertir estudiantes en lectores deben de haber inspirado a Daniel Pennac a desacomodar los lugares comunes acerca de la lectura. ¿Es obligatorio leer? ¿Le debe gustar a todo el mundo? ¿Nos hace mejores personas? Escritor él mismo, Pennac no cuestiona todas estas creencias, pero sí se permite repensarlas.
Agrupados bajo el nombre "Los derechos imprescriptibles del lector", listó (y desarrolló en su libro Como una novela) estos permisos, que citamos y comentamos a continuación:
1. El derecho a no leer.
Aceptemos de una vez que hay gente a la que leer puede no gustarle... allá ellos; dice Pennac: "La idea de que la lectura humaniza al hombre es justa en su conjunto, a pesar de que existen algunas excepciones deprimentes. Se es sin duda un poco más humano, si entendemos por eso un poco más solidario con la especie (un poco menos fiera), después de haber leído a Chejov que antes. Pero cuidémonos de flanquear este teorema con el corolario según el cual todo individuo que no lee debería ser considerado a priori como un bruto potencial o un cretino redhibitorio. Si lo hacemos convertiremos la lectura en una obligación moral, y este es el comienzo de una escalada que nos llevará rápidamente a juzgar, por ejemplo la moralidad de los libros mismos".
2. El derecho a saltarse páginas.
Si una historia (sobre todo las prosas morosas y detallistas del siglo XIX, podemos agregar) abunda en fragmentos que nos desesperan o aburren, es mejor dejarlos pasar que renunciar del todo a la obra. Así dice Pennac que hizo en su infancia con La guerra y la paz: devoró la historia de amor y descartó las páginas sobre política y estrategias bélicas.
3. El derecho a no terminar un libro.
Y así como se puede esquivar algunas partes centrales en un libro, se puede obviar su final. Para Pennac, nada (¡y menos el temor a ser juzgados como perezosos o ignorantes por otros!) justifica que leer se convierta en una obligación. Si un libro comienza a aburrirnos, dejémoslo para otro momento... o para otro lector.
4. El derecho a releer.
Dice Pennac: "Releer lo que me había rechazado antes, releer sin saltarse una línea, releer desde otro ángulo, releer para verificar, sí… nos concedemos todos estos derechos. Pero releemos sobre todo gratuitamente, por el placer de la repetición, la alegría de los reencuentros, la puesta a prueba de la intimidad. Otra vez, otra vez, decía el niño que fuimos…".
5. El derecho a leer cualquier cosa.
Sí. A leer literatura estereotipada, comercial, que repite una fórmula... si la disfrutamos. Que nadie se rasgue las vestiduras. Según Pennac, tarde o temprano, hechizados por la lectura en sí misma, daremos con textos mejores (más verdaderos, que no ocultan la complejidad de las cosas) y nos haremos adictos a ellos. Tenderemos (pero naturalmente, sin imposiciones ni vergüenzas) a buscar escrituras más auténticas y profundas.
6. El derecho al bovarismo (enfermedad textualmente transmisible).
Leer febrilmente, vibrar de emoción, obsesionarnos por un texto o personaje es válido (y no una etapa inmadura que debemos superar).
7. El derecho a leer en cualquier parte.
En cualquier parte y haciendo diferentes cosas. Tomando sol. Viajando. Caminando. Adormeciéndonos. Comiendo. Agreguen sus variantes.
8. El derecho a picotear.
Leer de aquí y de allá, varios libros a la vez. O abrir un volumen en cualquier lugar y leer con toda intensidad la página casual... para cerrar el libro hasta otra temporada. "Cuando no se tiene el tiempo ni los medios para tomarse una semana en Venecia –argumenta Pennac–, ¿por qué rehusarse el derecho de pasar allí cinco minutos?".
9. El derecho a leer en voz alta.
De poner nuestro cuerpo, nuestra voz, nuestra saliva, nuestra interpretación en la lectura. Pero también, por supuesto, derecho a leer en voz baja.
10. El derecho a callarnos.
O derecho a mantener con el texto una relación compleja, extraña, personal e intransferible. "La lectura es una compañía que no ocupa el lugar de ninguna otra y a la que ninguna compañía distinta podría reemplazar. No le ofrece [al lector] ninguna explicación definitiva sobre su destino, pero teje una retícula apretada de complicidades entre la vida y él. Ínfimas y secretas complicidades que hablan de la felicidad paradójica de vivir, al tiempo que iluminan el absurdo trágico de la vida".
Llegamos a 10 y estos son todos los derechos que el escritor francés Daniel Pennac concede a los lectores. ¿Qué piensan de ellos? ¿Agregarían otros? Y, en plan de seguir inventariando, ¿qué deberes podrían, eventualmente, acompañar a estos derechos y libertades? No ya de leer, como advierte Pennac, pero tal vez ¿de recomendar, enseñar, difundir, prestar? ¿O de nada en absoluto? Lo conversamos aquí.
Agrupados bajo el nombre "Los derechos imprescriptibles del lector", listó (y desarrolló en su libro Como una novela) estos permisos, que citamos y comentamos a continuación:
1. El derecho a no leer.
Aceptemos de una vez que hay gente a la que leer puede no gustarle... allá ellos; dice Pennac: "La idea de que la lectura humaniza al hombre es justa en su conjunto, a pesar de que existen algunas excepciones deprimentes. Se es sin duda un poco más humano, si entendemos por eso un poco más solidario con la especie (un poco menos fiera), después de haber leído a Chejov que antes. Pero cuidémonos de flanquear este teorema con el corolario según el cual todo individuo que no lee debería ser considerado a priori como un bruto potencial o un cretino redhibitorio. Si lo hacemos convertiremos la lectura en una obligación moral, y este es el comienzo de una escalada que nos llevará rápidamente a juzgar, por ejemplo la moralidad de los libros mismos".
2. El derecho a saltarse páginas.
Si una historia (sobre todo las prosas morosas y detallistas del siglo XIX, podemos agregar) abunda en fragmentos que nos desesperan o aburren, es mejor dejarlos pasar que renunciar del todo a la obra. Así dice Pennac que hizo en su infancia con La guerra y la paz: devoró la historia de amor y descartó las páginas sobre política y estrategias bélicas.
3. El derecho a no terminar un libro.
Y así como se puede esquivar algunas partes centrales en un libro, se puede obviar su final. Para Pennac, nada (¡y menos el temor a ser juzgados como perezosos o ignorantes por otros!) justifica que leer se convierta en una obligación. Si un libro comienza a aburrirnos, dejémoslo para otro momento... o para otro lector.
4. El derecho a releer.
Dice Pennac: "Releer lo que me había rechazado antes, releer sin saltarse una línea, releer desde otro ángulo, releer para verificar, sí… nos concedemos todos estos derechos. Pero releemos sobre todo gratuitamente, por el placer de la repetición, la alegría de los reencuentros, la puesta a prueba de la intimidad. Otra vez, otra vez, decía el niño que fuimos…".
5. El derecho a leer cualquier cosa.
Sí. A leer literatura estereotipada, comercial, que repite una fórmula... si la disfrutamos. Que nadie se rasgue las vestiduras. Según Pennac, tarde o temprano, hechizados por la lectura en sí misma, daremos con textos mejores (más verdaderos, que no ocultan la complejidad de las cosas) y nos haremos adictos a ellos. Tenderemos (pero naturalmente, sin imposiciones ni vergüenzas) a buscar escrituras más auténticas y profundas.
6. El derecho al bovarismo (enfermedad textualmente transmisible).
Leer febrilmente, vibrar de emoción, obsesionarnos por un texto o personaje es válido (y no una etapa inmadura que debemos superar).
7. El derecho a leer en cualquier parte.
En cualquier parte y haciendo diferentes cosas. Tomando sol. Viajando. Caminando. Adormeciéndonos. Comiendo. Agreguen sus variantes.
8. El derecho a picotear.
Leer de aquí y de allá, varios libros a la vez. O abrir un volumen en cualquier lugar y leer con toda intensidad la página casual... para cerrar el libro hasta otra temporada. "Cuando no se tiene el tiempo ni los medios para tomarse una semana en Venecia –argumenta Pennac–, ¿por qué rehusarse el derecho de pasar allí cinco minutos?".
9. El derecho a leer en voz alta.
De poner nuestro cuerpo, nuestra voz, nuestra saliva, nuestra interpretación en la lectura. Pero también, por supuesto, derecho a leer en voz baja.
10. El derecho a callarnos.
O derecho a mantener con el texto una relación compleja, extraña, personal e intransferible. "La lectura es una compañía que no ocupa el lugar de ninguna otra y a la que ninguna compañía distinta podría reemplazar. No le ofrece [al lector] ninguna explicación definitiva sobre su destino, pero teje una retícula apretada de complicidades entre la vida y él. Ínfimas y secretas complicidades que hablan de la felicidad paradójica de vivir, al tiempo que iluminan el absurdo trágico de la vida".
Llegamos a 10 y estos son todos los derechos que el escritor francés Daniel Pennac concede a los lectores. ¿Qué piensan de ellos? ¿Agregarían otros? Y, en plan de seguir inventariando, ¿qué deberes podrían, eventualmente, acompañar a estos derechos y libertades? No ya de leer, como advierte Pennac, pero tal vez ¿de recomendar, enseñar, difundir, prestar? ¿O de nada en absoluto? Lo conversamos aquí.
Victoria Ocampo sobre Virginia Woolf (y sobre ella misma)
El 27 de enero de 1979 murió la escritora argentina Victoria Ocampo. Su principal aporte a la cultura argentina es la fundación de Sur, revista por la que desfilaron plumas célebres de la literatura americana y europea, y en la que colaboró Jorge Luis Borges con escritos y traducciones.
Ocampo obtuvo la Legión de Honor de Francia, el rango de Comendadora de la orden del Imperio Británico y el gran premio de honor de la Sociedad Argentina de Escritores. En 1977 fue incorporada a la Academia Argentina de Letras.
Como Virginia Woolf, su contemporánea, Ocampo buscó ampliar el horizonte de las actividades intelectuales para la mujer. Sobre Woolf, a quien conoció y frecuentó, expresa interesantes opiniones en una carta a la pedagoga María de Maeztu:
Ocampo obtuvo la Legión de Honor de Francia, el rango de Comendadora de la orden del Imperio Británico y el gran premio de honor de la Sociedad Argentina de Escritores. En 1977 fue incorporada a la Academia Argentina de Letras.
Como Virginia Woolf, su contemporánea, Ocampo buscó ampliar el horizonte de las actividades intelectuales para la mujer. Sobre Woolf, a quien conoció y frecuentó, expresa interesantes opiniones en una carta a la pedagoga María de Maeztu:
"Lo paso muy bien en Londres. Los Huxley son muy afectuosos conmigo y gracias a ellos he conocido a Virginia Woolf –a quien me interesaba mucho conocer– y a Wells. Wells un poco decrépito ya... (que no me oiga). Me resultan más divertidos sus libros que su... cuerpo presente.
Virginia, ¡una inglesa extraordinaria! ¡Más novelesca que sus novelas! Y para quien el mundo real no existe. Fantástica mujer. ¡Pelo blanco, cara muy delgada y belleza conmovedora en medio de su frialdad glacial, como diría la bestia de Grau! ¡Pobre! Me ha preguntado hasta el infinito sobre mi vida, mi país, mi infancia etc., etc., todo con una pasión y una curiosidad totalmente impersonales. Como si yo fuera una cosa y no un ser viviente. Pero se lo perdono. También me divierte y me inspira una curiosidad que no es cruel, sino infinitamente más directa y humana. Me quedo en Londres por ella más de lo que pensaba. Me fascina porque tiene todo lo que yo no tengo y porque tengo todo lo que ella no tiene. Y creo que la fascino por la misma causa. Y luego es tan extraña, tan wrapped up [ensimismada] en su mundo imaginario donde juego el papel de una inmensa mariposa dorada "sudamericana" –es decir, exótica– revoloteando a su alrededor, haciéndola soñar con un país que no quiere conocer sino en la forma en que se lo relata a sí misma... (no me lo ha dicho así, pero así lo siento). Las mujeres de talento me interesan, María, más que los hombres. Los hombres me interesan por otras razones... ¡Pero las mujeres! Quisiera desmontarlas pieza por pieza para no dejar escapar nada.
Pero Virginia vive en la luna. No sé cómo hacer para aterrizarla. Y acaso esto sea inútil y hay que aceptarla como es, en la luna."
miércoles, 25 de enero de 2012
Diario de una escritora: Virginia Woolf
El 25 de enero de 1882 nace Virginia Woolf, escritora inglesa. En sus novelas intenta hacer visible la vida cambiante e inasible de la conciencia. De los textos recopilados bajo el título Diario de una escritora, extrajimos estos fragmentos:
"Lunes 25 de octubre (de 1920). Por qué será tan trágica la vida; tan parecida a una angosta vereda sobre un abismo. Miro hacia abajo; siento un mareo; me pregunto cómo haré alguna vez para caminar hasta el final."
Virginia Woolf, retratada por Roger Fry (1917) |
"Domingo 19 de julio (de 1931). "Es una obra maestra", dijo L. [su esposo, Leonard] cuando llegó esta mañana a mi pabelloncito. "Y el mejor de tus libros". Quiero anotarlo, y que agrega además que considera las 100 primeras páginas como sumamente difíciles y se pregunta hasta dónde será capaz de seguir el lector común. Pero ¡Dios mío!, ¡qué alivio! Me lancé bajo la lluvia para dar un paseo de júbilo hasta Rat Farm, y me resigné casi al hecho de que están instalando una granja de cabras, con la casa todavía a construirse, sobre la ladera próxima a Northease."
"Miércoles 13 de enero (de 1932). [...] ¿Es posible contar con 20 años más? Cumpliré cincuenta el 25, una semana después del lunes; y siento a veces que ya he vivido 250 años, y otras que soy todavía la viajera más joven del ómnibus. (Nessa dijo que siempre piensa esto todavía cada vez que toma asiento). Y pretendo escribir otras cuatro novelas [...]. Tal el programa que, considerando mi lentitud y cómo me voy poniendo más lenta, más espesa, menos tolerante de todo lo que sea precipitación, bien puede durarme mis 20 años, si es que los tengo."
"Domingo 2 de octubre (de 1932). Sí, voy a permitirme el lujo de una pluma nueva. Extraño cómo el venir aquí trastorna mi disposición para escribir. Más extraño aun el sentimiento que me posee de que ahora, a los 50, tengo el equilibrio necesario para, con toda libertad, lanzar rectos e inflexibles mis dardos, cualesquiera que ellos sean. Por consiguiente esta barahúnda de los periódicos semanales no me hace la mejor mella. Así son los cambios del alma."
miércoles, 18 de enero de 2012
Rubén Darío persigue una forma que interroga
El 18 de enero de 1867 nació Rubén Darío, poeta y escritor nicaragüense.
Desempeñó corresponsalías de diarios y empleos diplomáticos en El Salvador, Chile, Argentina, España, Estados Unidos y Francia. Entre sus obras se destacan Cantos de vida y esperanza y Prosas profanas. Encarna el movimiento modernista en América Latina. Su obra se caracterizó por la renovación del lenguaje poético, por las innovaciones temáticas, el esteticismo y el exotismo.
En vida generó polémicas y despertó admiraciones. Años más tarde, en su "Mensaje en honor de Rubén Darío", Jorge Luis Borges sostuvo: "Cuando un poeta como Darío ha pasado por una literatura, todo en ella cambia".
A principios del siglo pasado, Darío publicó el poema "Yo persigo una forma". Casi por definición, el ser humano vive con una sensación de desconcierto latente respecto de la realidad, siempre buscando sentidos. En Darío, esto tiene que ver, también, con un clima de época: la modernización acelerada a nivel mundial que desacomodaba el orden conocido. Ese desajuste anímico aparece en estos versos (de acostumbrado preciosismo formal), por eso los reproducimos aquí:
Desempeñó corresponsalías de diarios y empleos diplomáticos en El Salvador, Chile, Argentina, España, Estados Unidos y Francia. Entre sus obras se destacan Cantos de vida y esperanza y Prosas profanas. Encarna el movimiento modernista en América Latina. Su obra se caracterizó por la renovación del lenguaje poético, por las innovaciones temáticas, el esteticismo y el exotismo.
En vida generó polémicas y despertó admiraciones. Años más tarde, en su "Mensaje en honor de Rubén Darío", Jorge Luis Borges sostuvo: "Cuando un poeta como Darío ha pasado por una literatura, todo en ella cambia".
A principios del siglo pasado, Darío publicó el poema "Yo persigo una forma". Casi por definición, el ser humano vive con una sensación de desconcierto latente respecto de la realidad, siempre buscando sentidos. En Darío, esto tiene que ver, también, con un clima de época: la modernización acelerada a nivel mundial que desacomodaba el orden conocido. Ese desajuste anímico aparece en estos versos (de acostumbrado preciosismo formal), por eso los reproducimos aquí:
Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
el abrazo imposible de la Venus de Milo.
Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
los astros me han predicho la visión de la Diosa;
y en mi alma reposa la luz como reposa
el ave de la luna sobre un lago tranquilo.
Y no hallo sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;
y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
el sollozo continuo del chorro de la fuente
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.
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