lunes, 30 de mayo de 2011

Juan Carlos Onetti (1909-1994)

El 30 de mayo de 1994 murió el escritor uruguayo Juan Carlos Onetti.
Como para muestra basta un botón, solo una frase (de El astillero) que da cuenta de su estilo limpio, directo y rotundo:
En la casilla sucia y vacía, bebiendo sin emborracharse frente a la indiferencia del gerente administrativo, Larsen sintió el espanto de la lucidez. Fuera de la farsa que había aceptado literalmente como un empleo no había más que el invierno, la vejez, el no tener donde ir, la misma posibilidad de muerte.

domingo, 29 de mayo de 2011

Rosas mustias para este día

El 29 de mayo de 1958 muere Juan Ramón Jiménez, escritor español, Premio Nobel en 1956. Recordado fuera de España sobre todo por su obra más famosa, Platero y yo, ha dejado también una importante obra poética. De él, el poema "Rosas mustias cada día":
Todas las rosas blancas de la luna caían,
por la ventana abierta, en el cuerpo desnudo...
Mirando aquellas carnes blandas que florecían,
hundido entre mis sueños, yo estaba absorto y mudo.

¡Oh su sexo con luna! ¡Esencia indefinible
de su sexo con luna! Hervían los blancores
de la carne, y el rostro, perdido en lo invisible
de la penumbra, lánguido, cerraba sus colores.

Era el enervamiento del dolor... Y cual una
rosa de treinta años, opulenta y desierta,
el cuerpo blanco se elevaba hacia la luna
frío, espectral, azul, como una pompa muerta... 

lunes, 23 de mayo de 2011

Vargas Llosa, el psicoanálisis como fascinante ficción

En una entrevista de Daniel Ulanovsky Sack para Ñ, el suplemento cultural del diario Clarín:
Le confieso algo. Cuando leí su autobiografía, El pez en el agua, pensé que a usted, para ser un intelectual de ley, le faltaba pasar por el diván, algo que nunca quiso. Pregunto: ¿para interpretar no hay que interpretarse?

¡No! Nunca me psicoanalizaría.

¿Le tiene temor?

Un escritor vive de sus neurosis, entre otras cosas. Creo que el psicoanálisis es un juego intelectual que se parece a la literatura, no lo veo como una ciencia. Sin embargo, me fascina leer los casos que escribió Freud, pero pensándolos como construcciones imaginarias, equivalentes a las mejores ficciones. Como decía Karl Popper, parece difícil validar las doctrinas que se muerden la cola, aquellas, como el psicoanálisis, en la que no hay forma de comprobar si lo que se dice es cierto o no.

La verdad: ¿nunca se tentó por analizar si se enamoró primero de su tía y luego de su prima –y actual esposa– solo por azar?

(Carcajada) Nooo. Yo estoy muy contento con mis neurosis, las resuelvo escribiendo mis novelas, leyendo. Creo que hay que cultivarlas como uno lo hace con su jardín, al menos si se es escritor. Además he conocido a muchos psicoanalizados que han perdido todo el interés que tenían antes de iniciar ese camino. Las neurosis no son siempre perjudiciales.

lunes, 16 de mayo de 2011

Pedro Páramo x Juan Rulfo

El 16 de mayo de 1918 nace Juan Rulfo, escritor mexicano. Entre las pocas obras que publicó, se destacan Pedro Páramo y el libro de cuentos El llano en llamas. En relación con la novela, su obra más trascendente, Rulfo dijo una vez:
La gente se muere dondequiera. Los problemas humanos son iguales en todas partes. No son temas nuevos el amor, la muerte, la injusticia, el sufrimiento, que están sugeridos en Pedro Páramo. Me han dicho que es "una novela de amor a los desamparados". Yo no sé. Yo narro la búsqueda de un padre como una esperanza. Como quien busca su infancia y trata de recuperar sus mejores días, y en esa búsqueda no encuentra sino decepción y desengaño. Y al final se derrumba su esperanza "como un montón de piedras".

miércoles, 11 de mayo de 2011

La torre de Babel del siglo XXI



Con la ayuda de la artista Marta Minujín y su torre de Babel (inspirada en la tradición bíblica, y por eso los más de 30 000 libros que la conforman están en distintos idiomas), la ciudad de Buenos Aires festeja su condición de Capital del Libro 2011.

La torre de varios pisos se puede ver por estos días en pleno centro porteño, en la plaza San Martín. Cuando todo esté terminado (al parecer, a fines de esta semana), se podrá acceder a la cima de la espiral. ¿Será para mostrar que gracias a los libros podemos ver las cosas desde otra perspectiva?

lunes, 9 de mayo de 2011

La figura de la madre en la literatura


 Madre y niño, del pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín

Mayo es el mes en el que la mayoría de los países de habla española ha decidido celebrar el Día de la Madre.

Figura primordial para la especie humana, tanto desde el punto de vista biológico como cultural, la literatura no ha dejado de ocuparse de su poderosa presencia en la vida de las personas.

Desde Edipo rey (aquí, de regalo), texto que funda el mito del deseo del hijo hacia la madre, hasta las expresiones más modernas y sin duda más complejas, en los libros de todas las épocas aparecen vínculos filiales de distinto calibre.

Pero los más interesantes son aquellos en los que prima la ambigüedad. Aquellas historias que no presentan madres abnegadas, perfectas y ejemplares como personajes planos y sin vueltas, sino que exploran su figura con las contracciones que todos, en tanto seres humanos, exhibimos al entrar en relación con otros.

Dos casos literarios: la figura de la madre por desentrañar y la figura de la madre tan protagónica como criticable.

El primer ejemplo, del cuento “Querida mamá”, de la escritora argentina Hebe Uhart, que toma el formato de una carta a la madre muerta. Una hija que quiere independizarse de recuerdos y abandonar por fin la angustia del duelo escribe a su madre, en plan de reconocimiento tardío:
Ahora trato de hacer siempre dos cosas al mismo tiempo: por ejemplo, mientras limpio los estantes, encuentro algo que necesitaba, y cuando barro, escucho la radio; si tomo sol, arreglo las plantas. Tanta bronca que me daba cuando vos me decías: “De paso, hacé tal cosa” y yo no quería hacer nada de paso para no perder la idea de la actividad fundamental. Ahora no sé si la actividad fundamental es barrer o escuchar la radio. Y entiendo cuando vos te decías a vos misma “sí, sí, sí...”, como si algo se fuera animando, como si la vida se pusiera en marcha en uno con prescindencia de los propios designios.
 Y, también, en procura de plantear un pedido imposible:
Mamá, tanto que hemos peleado y nos hemos querido, que después de que te fuiste yo pensaba ¿Cómo puede ser que todo eso que existió no exista más y que ahora ella ignore todo lo que me pasa, que dé lo mismo blanco que negro? Yo creo que me da trabajo esta carta porque no quiero llorar. (…). Yo sospecho alguna pequeña gracia para mí, algún don, pero puede perturbarlo el que yo ya tengo bastantes recuerdos y son un peso grande. Te pediría que vos, que eras creyente, encomiendes a Dios tus recuerdos, así yo me hago cargo sólo de los míos. Así más liviana podré recibir esa gracia.
Tu hija que tanto trabajo te ha dado, pero que también te ha querido mucho.
Otro caso, el de la nouvelle El baile, de Irene Némirovsky: la historia de una niña que se venga de su madre del peor modo posible para ella (porque los hijos conocen como nadie las debilidades de sus progenitores): a una madre que prioriza sobre todo el éxito social, la humillación pública. Y que muestra así que a veces la familia se une –citando la fórmula de Borges– no por el amor, sino por el espanto.

Dos casos biográficos para el final. En un extremo, el amor incondicional (el reconocimiento afectivo e incluso intelectual) de Jorge Luis Borges a su madre, en la dedicatoria que le hace de sus Obras completas:
A Leonor Acevedo de Borges
Quiero dejar escrita una confesión, que a un tiempo será íntima y general, ya que las cosas que le ocurren a un hombre les ocurren a todos. Estoy hablando de algo ya remoto y perdido, los días de mi santo, los más antiguos. Yo recibía regalos y yo pensaba que no era más que un chico y que no había hecho nada, absolutamente nada, para merecerlos. Por supuesto, nunca lo dije; la niñez es tímida. Desde entonces me has dado tantas cosas y son tantos los años y los recuerdos. Padre, Norah, los abuelos, tu memoria y en ella la memoria de los mayores —los patios, los esclavos, el aguatero, la carga de los húsares del Perú y el oprobio de Rosas—, tu prisión valerosa, cuando tantos hombres callábamos, las mañanas del Paso del Molino, de Ginebra y de Austin, las compartidas claridades y sombras, tu fresca ancianidad, tu amor a Dickens y a Eça de Queiroz, Madre, vos misma.
Aquí estamos hablando de los dos, et tout le reste est littérature, como escribió, con excelente literatura, Verlaine.
Y, finalmente, el reconocimiento de Richard Ford en su texto autobiográfico Mi madre, in memoriam, al repasar la historia en común (con todas las dudas propias acerca del acto mismo de contar esa historia; la seguridad de que la reconstrucción del pasado nunca será exacta):
Mi madre y yo nos parecemos. Frente prominente y ancha. El mismo mentón, la misma nariz. Hay fotografías que lo demuestran. Me veo a mí mismo en ella, incluso la oigo reír. En su vida no hubo especial brillantez ni celebridades. No hubo hechos heroicos. Ni un éxito resonante capaz de henchir el corazón que coronase su vida. Hubo desgracias suficientes: una infancia que era mejor no recordar, un marido al que amó para siempre y al que perdió, y a partir de esta pérdida una vida que no suscita comentarios. Pero de alguna forma ella me hizo posible expresar mis afectos más auténticos, como lo haría un pasaje de gran altura literaria con un lector devoto. Y conocí a su lado ese tipo de momentos que todos quisiéramos conocer, el momento de decir: "Sí. Esto es lo que es". Un acto de conocimiento que certifica la existencia del amor. Yo lo he conocido. He conocido a su lado muchos momentos así, e incluso los he reconocido en el instante en que sucedieron. Y ahora. Y supongo que los conoceré siempre.
El agradecimiento, la ternura, el reproche, las expectativas sin cumplir, el pedido de que ella resuelva las propias cuestiones pendientes… todo puede aparecer en la evocación de la madre.

¿Qué otros textos literarios repasan la relación madre-hijo?
¿Qué tendrían ustedes para decir respecto de las suyas? Lo comentamos aquí.

domingo, 8 de mayo de 2011

Flaubert y el abecé de los lugares comunes

El 8 de mayo de 1880 murió el escritor francés Gustave Flaubert. Aunque su obra más conocida es Madame Bovary, lo recordaremos con extractos del Diccionario de lugares comunes:
ESTORNUDO. Después de decir: '¡Salud!', trabarse en una discusión acerca del origen de esta costumbre.

EXCEPCIÓN. Decir que confirma la regla. No arriesgarse a explicar cómo.

FATALIDAD. Palabra exclusivamente romántica. Hombre fatal: dícese del que tiene ojos penetrantes.

GOLONDRINAS. No llamarlas jamás de otro modo que 'mensajeras de primavera'. Como se ignora de dónde vienen, hay que decir que arriban 'de las comarcas lejanas' (poético).

HORMIGAS. Bonito ejemplo para citar delante de un despilfarrador. Proporcionaron la idea de las cajas de ahorro.

domingo, 1 de mayo de 2011

El abecé del mundo cómic


O "ABComics!", como llama al póster su autora, la artista Lucy Knisley. En su sitio desafía: "¿Pueden nombrar a todos los personajes?".