martes, 29 de junio de 2010

jueves, 24 de junio de 2010

Los 99 años de Ernesto Sábato

El narrador y ensayista argentino, además de pintor y doctor en Física, Ernesto Sábato cumple hoy 99 años.

Además de estas diversas ocupaciones, Sábato se destacó por su compromiso político, que adoptó variadas formas: fue comunista y luego opositor del peronismo; no se opuso en su momento a la dictadura argentina del 76, pero sí presidió más tarde el notable informe sobre la desaparición de las personas que tanto ayudó para el juicio a los militares golpistas. Esta es la interpretación, extraída de España en los diarios de mi vejez, que el propio escritor hace de su trayectoria en este aspecto:
He vivido en un tiempo histórico de ruptura y tan viejo soy que hay en mí distintos sedimentos, como en las montañas. Así, todavía guardo de mi juventud las marcas de las luchas sociales. Pienso que los chicos me querrán porque nunca dejé de luchar, porque no conseguí instalarme en ninguna época, y hoy, trastabillando, me siento cerca de la gente que aprendió a vivir de otra manera. Y muy cerca de los jóvenes que después de este horror de mediocridad, indecencia y ferocidad, pujan por nacer a otra cultura que vuelva a echar raíces en un suelo más humano.  

lunes, 21 de junio de 2010

La selección lusitana homenajea a Saramago en el Mundial

En luto por la muerte de José Saramago, ocurrida el viernes pasado, los jugadores de Portugal cantaron hoy su himno con brazaletes negros.

(Antes de ganarle a Corea del Norte 7 a 0, nada menos.)

viernes, 18 de junio de 2010

Murió José Saramago

Hoy, 18 de junio de 2010, nos enteramos de la muerte del escritor portugués José Saramago.

Saramago había recibido el Premio Nobel de Literatura en 1998 por su capacidad para "volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía". Su arte puede encontrarse en libros Todos los nombres, Historia del cerco de Lisboa, Ensayo sobre la ceguera y El Evangelio según Jesucristo.

De su discurso de aceptación del Premio Nobel, tomamos algunos fragmentos que son muestras de su humanismo como pensador, de su diposición casi antiintelectual a la hora de escribir y de la valoración de sus antepasados en su formación como persona y como escritor:

El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer.

Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia del Ribatejo. Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos uno y otro. En el invierno, cuando el frío de la noche apretaba hasta el punto de que el agua de los cántaros se helaba dentro de la casa, recogían de las pocilgas a los lechones más débiles y se los llevaban a su cama.

Debajo de las mantas ásperas, el calor de los humanos libraba a los animalillos de una muerte cierta. Aunque fuera gente de buen carácter, no era por primores de alma compasiva por lo que los dos viejos procedían así: lo que les preocupaba, sin sentimentalismos ni retóricas, era proteger su pan de cada día, con la naturalidad de quien, para mantener la vida, no aprendió a pensar mucho más de lo que es indispensable.
Ayudé muchas veces a éste mi abuelo Jerónimo en sus andanzas de pastor, cavé muchas veces la tierra del huerto anejo a la casa y corté leña para la lumbre, muchas veces, dando vueltas y vueltas a la gran rueda de hierro que accionaba la bomba, hice subir agua del pozo comunitario y la transporté al hombro, muchas veces, a escondidas de los guardas de las cosechas, fui con mi abuela, también de madrugada, pertrechados de rastrillo, paño y cuerda, a recoger en los rastrojos la paja suelta que después habría de servir para lecho del ganado.

Y algunas veces, en noches calientes de verano, después de la cena, mi abuelo me decía: "José, hoy vamos a dormir los dos debajo de la higuera". Había otras dos higueras, pero aquélla, ciertamente por ser la mayor, por ser la más antigua, por ser la de siempre, era, para todas las personas de la casa, la higuera.

(...)

Mientras el sueño llegaba, la noche se poblaba con las historias y los sucesos que mi abuelo iba contando: leyendas, apariciones, asombros, episodios singulares, muertes antiguas, escaramuzas de palo y piedra, palabras de antepasados, un incansable rumor de memorias que me mantenía despierto, al mismo que suavemente me acunaba.

Nunca supe si él se callaba cuando descubría que me había dormido, o si seguía hablando para no dejar a medias la respuesta a la pregunta que invariablemente le hacía en las pausas más demoradas que él, calculadamente, le introducía en el relato: "¿Y después?".

Tal vez repitiese las historias para sí mismo, quizá para no olvidarlas, quizá para enriquecerlas con peripecias nuevas. En aquella edad mía y en aquel tiempo de todos nosotros, no será necesario decir que yo imaginaba que mi abuelo Jerónimo era señor de toda la ciencia del mundo.

Cuando, con la primera luz de la mañana, el canto de los pájaros me despertaba, él ya no estaba allí, se había ido al campo con sus animales, dejándome dormir. Entonces me levantaba, doblaba la manta, y, descalzo (en la aldea anduve siempre descalzo hasta los catorce años), todavía con pajas enredadas en el pelo, pasaba de la parte cultivada del huerto a la otra, donde se encontraban las pocilgas, al lado de la casa.

Mi abuela, ya en pie desde antes que mi abuelo, me ponía delante un tazón de café con trozos de pan y me preguntaba si había dormido bien. Si le contaba algún mal sueño nacido de las historias del abuelo, ella siempre me tranquilizaba: "No hagas caso, en sueños no hay firmeza".

Pensaba entonces que mi abuela, aunque también fuese una mujer muy sabia, no alcanzaba las alturas de mi abuelo, ése que, tumbado debajo de la higuera, con el nieto José al lado, era capaz de poner el universo en movimiento apenas con dos palabras. Muchos años después, cuando mi abuelo ya se había ido de este mundo y yo era un hombre hecho, llegué a comprender que la abuela, también ella, creía en los sueños.

Otra cosa no podría significar que, estando sentada una noche, ante la puerta de su pobre casa, donde entonces vivía sola, mirando las estrellas mayores y menores de encima de su cabeza, hubiese dicho estas palabras: "El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir". No dijo miedo de morir, dijo pena de morir, como si la vida de pesadilla y continuo trabajo que había sido la suya, en aquel momento casi final, estuviese recibiendo la gracia de una suprema y última despedida, el consuelo de la belleza revelada.

Estaba sentada a la puerta de una casa, como no creo que haya habido alguna otra en el mundo, porque en ella vivió gente capaz de dormir con cerdos como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de irse de la vida sólo porque el mundo era bonito, gente, y ése fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver.

lunes, 14 de junio de 2010

"Use short sentences, use short paragraphs"

Y ahora los preceptos de Hemingway en lengua original, tal como aparecen —aunque mucho menos borrosos— en el museo que su ciudad natal, Oak Park, dedicó su trayectoria:



domingo, 13 de junio de 2010

Nacimiento de Pessoa (y todos sus heterónimos)

El 13 de junio de 1888 nació Fernando Pessoa, escritor portugués.

En 1914, Pessoa empezó a escribir bajo la firma de heterónimos (distintos alter egos): Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Bernardo Soares y Álvaro de Campos. De su obra El libro del desasosiego, que es casi un diario íntimo del autor, hemos extraído algunos párrafos que son representativos de su personalidad y su poética:
"Envidio a todos porque no son Pessoa. De todas las imposibilidades, esta se me ha hecho siempre la más imposible, y es la que más ha contribuido a mi angustia diaria, mi desesperación en cada momento triste."

"Yo nací en una época cuando la mayoría de los jóvenes habían perdido la fe en Dios, por la misma razón por la que sus mayores lo había hecho, sin saber por qué. Y entonces, desde que el espíritu humano tiende de manera natural a hacer juicios basados en el sentimiento y no en la razón, la mayoría de estos jóvenes escogió la Humanidad para remplazar a Dios. Yo, sin embargo, soy la clase de persona que está al borde de aquello a lo cual pertenece, viendo no solamente la multitud de la cual forma parte sino también los amplios espacios abiertos alrededor de ella. Por eso no abandoné de manera tan completa a Dios como ellos lo hicieron, y nunca acepté la Humanidad. Razoné que Dios, aunque improbable, podía existir, en cuyo caso, debería ser adorado, en tanto que la Humanidad, siendo una idea solamente biológica y significando nada más que la especie animal a la cual pertenecemos, no era mas merecedora de adoración que cualquier otro tipo de especie animal."

"20 de diciembre de 1931. Estoy virtualmente convencido de que nunca estoy despierto. No estoy seguro de si estoy soñando cuando vivo o estoy viviendo cuando sueño, o si el soñar y el vivir se entrecruzan, cosas mezcladas que unidas crean un yo consciente."

"He descubierto que siempre estoy atento y siempre pensando acerca de dos cosas al mismo tiempo. Imagino que todo el mundo es un poco así. Ciertas impresiones son tan vagas que sólo más tarde, porque las recordamos, caemos en cuenta de haberlas tenido. Creo que estas impresiones forman parte de la doble atención que todos poseemos. En mi caso las dos realidades que dominan mi atención son igualmente vívidas. Esto es lo que constituye mi originalidad. Esto, quizás es lo que constituye mi tragedia, y el lado cómico de la tragedia."

Fernando Pessoa murió en Lisboa el 30 de noviembre de 1935, a los 47 años.

martes, 1 de junio de 2010

Macedonio Fernández, nacido con el mundo

El 1º de junio (de 1874) "nacimos el mundo y yo", afirmaba Macedonio Fernández. Escritor originalísimo, escribió títulos tan inconvencionales como No toda es vigilia la de ojos abiertos, Papeles de recienvenido y Museo de la novela eterna. Exploró con humor punzante temas metafísicos.

El día de su entierro corría el año 1952, en el cementerio de la Recoleta de Buenos Aires, Borges decía:
Yo por aquellos años lo imité hasta la transcripción, hasta el apasionado y devoto plagio. Yo sentía: Macedonio es la metafísica, es la literatura. Quienes lo precedieron pueden resplandecer en la historia, pero eran borradores de Macedonio, versiones imperfectas y previas. No imitar ese canon hubiera sido una negligencia increíble.