sábado, 18 de febrero de 2012

Leopoldo Lugones y las olas grises

El 18 de febrero de 1838 se suicida Leopoldo Lugones, se cree que por un fracaso amoroso y por la frustración que sentía frente al mal desempeño del régimen fascista iniciado en el año 30, que él mismo había defendido.


De él, tomamos el poema "Olas grises", bastante anterior a esta fecha, pero en el que ya un ánimo melancólico, próximo a la decepción, se deja entrever:
Llueve en el mar con un murmullo lento.
La brisa gime tanto, que da pena.
El día es largo y triste. El elemento
duerme el sueño pesado de la arena.

Llueve. La lluvia lánguida trasciende
su olor de flor helada y desabrida.
El día es largo y triste. Uno comprende
que la muerte es así…, que la vida es así.

Sigue lloviendo. El día es triste y largo.
En el remoto gris se abisma el ser.
Llueve… Y uno quisiera, sin embargo,
que no acabara nunca de llover.

domingo, 12 de febrero de 2012

Julio Cortázar y sus infalibles instrucciones para subir las escaleras


El 12 de febrero de 1984 muere Julio Cortázar, escritor argentino. Entre muchos otros relatos, novelas y páginas ingeniosas, nos dejó las siguientes instrucciones para subir la escalera en el curioso libro Historias de cronopios y de famas:
Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.

Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie.)

Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Mary Shelley y la concepción de su historia espeluznante

Un día como hoy, 1º febrero, pero de 1851, moría Mary Wollstonecraft Godwin, más conocida como Mary Shelley, narradora, dramaturga, ensayista y biógrafa británica, reconocida por ser la autora de la novela Frankenstein o el moderno Prometeo, publicada por primera vez en 1818.


En la introducción redactada para una edición posterior del libro (la definitiva, de 1831), Mary Shelley contó en detalle qué desafío la movió a escribir, con menos de 20 años, esta historia; cómo la concibió, de qué modo dio con sus personajes y qué tema de la época le interesaba tocar.
En el verano de 1816 visitamos Suiza y fuimos vecinos de Lord Byron. Al comienzo, pasábamos las horas en el lago o caminando por sus playas (...).

Pero fue un verano muy húmedo y la lluvia incesante impedía durante días salir de la casa. Algunos volúmenes de historias de fantasmas traducidas del alemán al francés cayeron en nuestras manos. (...)

Un día dijo Lord Byron [al médico —y también autor de historias de vampiros— John Polidori, al también escritor Percy Shelley, marido de Mary, y a la propia Mary]: "Cada uno de nosotros va a escribir una historia de fantasmas", y todos aceptamos su propuesta.

Por mi parte, yo me puse a pensar en una historia que pudiera rivalizar con aquellas que nos habían incitado a emprender este desafío. Una historia que tocara los miedos ocultos de nuestra naturaleza y que despertara un horror espeluznante, que hiciera que el lector temiera apartar su vista de la página un instante para mirar alrededor, que le congelara la sangre y que acelerara los latidos de su corazón. Si no cumplía con estos requisitos, mi historia de fantasmas no sería merecedora de tal nombre. Pensé y reflexioné durante horas, pero todo era en vano. Sentía aquella incapacidad de invención que es la mayor desgracia de los creadores, cuando la insípida Nada responde a nuestras ansiosas invocaciones. Cada mañana me preguntaban si había pensado en una historia, y cada mañana me veía forzada a responder con una mortificante negativa.

(...) Por su parte, en aquellos días, Lord Byron y Shelley mantuvieron muchas y largas conversaciones, de las que yo era un testigo devoto, aunque casi siempre silencioso. En una de ellas, los interlocutores dialogaron acerca de varias doctrinas filosóficas, y se discutió sobre la naturaleza del principio de la vida, y sobre si existía alguna posibilidad de que fuera descubierto y transmitido. Hablaron de los experimentos del Dr. Darwin [abuelo del naturalista Charles Darwin, teórico de la evolución de las especies] (...) Tal vez un cadáver pudiera ser vuelto a la vida; en todo caso, los desarrollos del galvanismo habían dado algun indicio para pensar en ello. Quizás las diferentes partes de una criatura podrían ser fabricadas, armadas , y dotadas del hálito vital.
Recuerdo que después de una de estas veladas y cuando había pasado ya la hora de las brujas, nos retiramos a descansar. Al apoyar la cabeza en la almohada, no me pude dormir, ni tampoco podría decir que pensaba. Era mi imaginación espontánea la que me poseía y me guiaba, dotando a las sucesivas imágenes que surgían en mi mente de una nitidez inusual en las ensoñaciones. Vi —con los ojos cerrados, pero con una aguda visión mental— al pálido estudiante de artes profanas arrodillado junto al ente que había armado. Vi la espantosa figura de un hombre yaciendo inerte y que, poco después, con la ayuda de una poderosa máquina daba señales de vida y comenzaba a moverse con dificultad. (...)

La idea se me ocurrió con la rapidez de la luz: "¡Por fin lo encontré! Lo que me hizo morir de miedo seguramente hará de morir de miedo a otros, ¡solamente necesito describir el espectro que acechó mi almohada!".

A la mañana siguiente pude anunciar que tenía una historia.