lunes, 11 de junio de 2012

Juan José Saer, en el extranjero

El 11 de junio de 2005 murió Juan José Saer. Había nacido en 1937, en la provincia de Santa Fe (Argentina). Desde 1968, por exilio voluntario, residía en Francia y trabajaba como profesor universitario.

Autor de cuentos, novelas y ensayos traducidos a varios idiomas, Saer llegó a ser considerado uno de los escritores más destacados de la literatura argentina. Entre otras obras se pueden citar Unidad de lugar  (1967), Cicatrices (1969), El limonero real (1974), Nadie nada nunca (1980), Las nubes (1997) y Lugar (2000). De su obra La mayor, extraordinario conjunto de relatos, extraemos un texto breve, pero muy representativo de su escritura y de sus obsesiones conceptuales y literarias:
En el extranjero

La nada no ocupa mi pensamiento sino mi vida, me decía, hace unos días, en una carta, Pichón Garay. Durante las horas del día no le dedico el más mínimo pensamiento; y mis noches se llenan de sueños carnales. Ha de ser porque la nada es una certidumbre, y hay una raza de hombres a la que debo, presumiblemente, pertenecer, que no baila más que con la música de lo incierto.

Así me escribe a veces, desde el extranjero, Pichón Garay. O también: el extranjero no deja rastro, sino recuerdos. Los recuerdos nos son a menudo exteriores: una película en colores de la que somos la pantalla. Cuando la proyección se detiene, recomienza la oscuridad. Los rastros, en cambio, que vienen desde más lejos, son el signo que nos acompaña, que nos deforma y que moldea nuestra cara, como el puñetazo la nariz del boxeador. Se viaja siempre al extranjero. Los niños no viajan sino que ensanchan su país natal.

Otra de sus cartas traía la siguiente reflexión: el ajo y el verano son dos rastros que no vienen siempre desde muy lejos. El extranjero pone en evidencia su irrealidad. Estoy tratando de decirte que el extranjero –es decir, la vida para mí hace siete años– es un rodeo estúpido, y tal vez en espiral, que me hace pasar, una y otra vez, por la latitud del punto capital, pero un poco más lejos cada vez. Releyéndome, compruebo que, como de costumbre, lo esencial no se ha dejado decir. O incluso: dichosos los que se quedan, Tomatis, dichosos los que se quedan. De tanto viajar las huellas se entrecruzan, los rastros se sumergen o se aniquilan y si se vuelve alguna vez, no va que viene con uno, insaciable, el extranjero, y se instala en la casa natal.

martes, 5 de junio de 2012

García Lorca y su romance sonámbulo

El 5 de junio nació el poeta y dramaturgo español Federico García Lorca, perteneciente a la llamada Generación del 27. Es, probablemente, el poeta de mayor difusión de la literatura en lengua castellana del siglo XX. Murió en 1936, ejecutado por la facción fascista de la Guerra Civil Española debido a su afinidad con el Frente Popular y a su condición homosexual.

De su Romancero gitano, aquí va el tan citado poema "Romance sonámbulo":
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.

*

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

*

Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

*

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.

*

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

*

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.

viernes, 1 de junio de 2012

Macedonio Fernández, anécdotas de Recienvenido

El 1º de junio de 1874 nació el más anticonvencional de los escritores argentinos: Macedonio Fernández, autor de, entre otras obras, No toda es vigilia la de ojos abiertos, Papeles de recienvenido, Continuación de la nada y Museo de la novela eterna. Exploró con humor punzante, escéptico, renovador y lógica absurda pero no tanto temas cotidianos y metafísicos.

Admirado por Borges (quien decía "lo imité hasta la trascripción, hasta el apasionado y devoto plagio"), formó parte de la generación martinfierrista. Murió en 1952. Compartiremos aquí fragmentos célebres y frases imperdibles:
"El salón estaba tan vacío que una ausencia más no cabía."

"El principio del discurso es su parte más difícil y desconfío de aquellos que comienzan por él"; y lo que puede tomarse por su reverso: "Huyo de asistir al final de mis escritos por lo que antes de ello los termino".

"Se estaba produciendo una lluvia de día domingo con completa equivocación porque estábamos en martes, día de semana seco por excelencia."

"Basta que algo no se entienda para que tenga mucho sentido, lo muy claro es sospechoso; casi todo lo que no dijo nada se redactó perfecto."

Fragmento de "El Recienvenido":

¡Fue tan fortísimo el golpe que no hay memoria en la localidad de que en los últimos cuarenta años se haya registrado temperatura tan elevada en la región golpeada! (Otra cosa que los más ancianos del país no recuerdan es que yo haya sido visto con dinero algún día en ese mismo intervalo; pero eso lo diré más adelante, cuando otro hecho excepcional requiera el énfasis de una referencia a cosa no acaecida en cuarenta años.) Esos intervalos de 40 años tan cómodos se encuentran en cualquier localidad (...)".

Fragmento de "El accidente de Recienvenido":
—Me di contra la vereda.

—¿En defensa propia? —indagó el agente.

—No, en ofensa propia: yo mismo me he descargado la vereda en la frente.

—La cornisa de la vereda —apuntó un reportero— le cayó sobre el rostro a nivel de la tercera circunvolución izquierda, asiento de la palabra...

—Y del periodismo —insinuó el accidentado.

—Que ha recobrado en este momento. —Y sigue redactando el periodista:—El artesonado de la acera...

—No se culpe a nadie, propongo...

—No, eso es para suicidarse.

—De mi pronta mejoría, quería decir. Ruego al señor reportero que figure algo en la noticia de "decúbito dorsal".

—No hay necesidad: los operarios tipógrafos lo ponen siempre. O si no, ponen "base del cráneo".

—¿Se me dirá si me puedo levantar sin deslucir la noticia de un suicidio?

—¿Iban mal sus negocios?

—Nada de eso: la única dificultad ha sido el cordón de la vereda.

—¿Puedo anotar oposición de familia a su noviazgo?

Otro insiste en que había mediado agresión y le ruega aclare si se interponía "un viejo resentimiento".

—Alguien, un desconocido desde mucho tiempo atrás para usted, avanzó resueltamente y desenfundando un cordón de la vereda Colt-Browning se lo disparó.

En fin, Recienvenido empieza a sulfurarse y los increpa:

—Yo estaba aquí antes que ustedes y mis informes son más anticipados! Voy a darles un resumen publicable:

"Yo caí: fui derribado por el golpe de la orilla de la vereda; sin embargo, no necesitaba ya serlo, pues mi cabeza salió a recibir el golpe yéndose al suelo."

Fragmento de "Aniversario de Recienvenido":

"No sé si por algunos excesos de conducta o por observancias poco estrictas en mi régimen de vida cumpliré en breve cincuenta años. No lo he efectuado antes porque cada vez que impacienté el tiempo, adelantando algún acontecimiento, me cambiaron uno bueno por uno malo. La elección de un día invariable de cumpleaños me ha permitido conocerlo tan bien que aun con los ojos vedados cumpliría mi aniversario.

Alguien dirá: ¡Pero, Recienvenido, otra vez de cumpleaños! ¡Vd. no se corrige!; ¡La experiencia no le sirve de nada! ¡A su edad cumpliendo años!

Yo efectivamente entre amigos no lo haría. Mas en las biografías nada más exigido.

Otros juzgarán que el anuncio de mi próximo aniversario va encaminando a incitar a los cronistas sociales para recordarme con encomios. "Nadie como el Sr. R. ha cumplido tan pronto los cincuenta años"; o bien: "A pesar de que esto le sucedía por primera vez cumplió su medio siglo el apreciado caballero como si [83] siempre lo hubiera hecho". Alguien con algún desdén: "Con la higiene y la ciencia moderna, quién no tiene hoy cincuenta años". "A su edad no tenía mucho que elegir".