jueves, 29 de abril de 2010

Alejandra Pizarnik (con palabras de este mundo)

El 29 de abril de 1936 nace Alejandra Pizarnik, poeta argentina. Hija de inmigrantes de Europa Oriental, Pizarnik se trasladó en la década del 60 a París. Allí se vinculó con Julio Cortázar y Octavio Paz. Estudió pintura e hizo trabajos de traducción, pero lo suyo fue siempre escribir. Decía que la poesía no era una carrera, sino un "destino". De vuelta en Buenos Aires, sufrió desequilibrios psicológicos. Finalmente, se suicidó en 1972, a los 36 años.

En su poesía, aparece como una constante la sensación de desarraigo, de alienación respecto de sí misma, de auto-exilio. También, está presente un fuerte sentimiento de soledad ["Los que llegan no me encuentran,/ los que espero no existen."] y abandono ["Mi infancia sólo comprende/ al viento feroz/ que me aventó al frío."]. Así se puede leer en estos versos extraídos de diferentes partes de su obra:

De Árbol de Diana:
ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada

explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome


De Mucho más allá:

¿Y qué?
¿Y qué me da a mí,
a mí que he perdido mi nombre,
el nombre que me era dulce sustancia...

Quisiera hablar de la vida.
Puesto esto es la vida,
este aullido, este clavarse las uñas
en el pecho, este arrancarse
la cabellera a puñados, este escupirse
a los propios ojos, sólo por decir,
sólo por ver si se puede decir:
"¿es que soy yo? ¿verdad que sí?
¿no es verdad que yo existo
y no soy la pesadilla de una bestia?"

viernes, 23 de abril de 2010

Lo "real maravilloso" según Carpentier

El 25 de abril de 1980 muere, en París, Alejo Carpentier, escritor y ensayista cubano. Fue de los primeros escritores en desarrollar el concepto de realismo mágico, que se volvió luego una referencia obligada para hablar de la literatura latinoamericana.

La definición real maravilloso fue inventada por él y divulgada en el prólogo a su novela El reino de este mundo. Allí sostiene que lo americano es en sí mismo mágico y portentoso, y que, por lo tanto, puede prescindir de ciertos artilugios narrativos tendientes a destacar su condición extraordinaria. En otras palabras, a los escritores latinoamericanos no les hace falta seguir la receta de los surrealistas europeos, que fuerzan o exaltan la realidad para que asombre al lector o que sumergen al hombre y su entorno en un mundo de fantasía y misterio ficticios. La realidad misma, en estos países nuevos de América Latina, es pura maravilla for fuerza propia. Así lo formula Carpentier:
Pero pensaba, además, que esa presencia y vigencia de lo real maravilloso no era privilegio único de Haití, sino patrimonio de la América entera, donde todavía no se ha terminado de establecer, por ejemplo, un recuento de cosmogonías. Lo real maravilloso se encuentra a cada paso en las vidas de hombres que inscribieron fechas en la historia del Continente y dejaron apellidos aún llevados: desde los buscadores de la Fuente de la Eterna Juventud, de la áurea ciudad de Manoa, hasta ciertos rebeldes de la primera hora o ciertos héroes modernos de nuestras guerras de independencia de tan mitológica traza como la coronela Juana de Azurduy. Siempre me ha parecido significativo el hecho de que, en 1780, unos cuerdos españoles, salidos de Angostura, se lanzaran todavía a la busca de El Dorado, y que, en días de la Revolución Francesa -¡vivan la Razón y el Ser Supremo!-, el compostelano Francisco Menéndez anduviera por tierras de Patagonia buscando la Ciudad Encantada de los Césares.

(…) todo resulta maravilloso en una historia imposible de situar en Europa, y que es tan real, sin embargo, como cualquier suceso ejemplar de los consignados, para pedagógica edificación, en los manuales escolares. ¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real-maravilloso?

Cervantes dedica el Quijote

AL DUQUE DE BÉJAR, MARQUÉS DE GIBRALEÓN, CONDE DE BENALCÁZAR Y BAÑARES, VIZCONDE DE LA PUEBLA DE ALCOCER, SEÑOR DE LAS VILLAS DE CAPILLA, CURIEL Y BURGUILLOS [mecenas de Cervantes]

En fe del buen acogimiento y honra que hace Vuestra Excelencia a toda suerte de libros, como príncipe tan inclinado a favorecer las buenas artes, mayormente las que por su nobleza no se abaten al servicio y granjerías del vulgo, he determinado de sacar a luz al Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha al abrigo del clarísimo nombre de Vuestra Excelencia, a quien, con el acatamiento que debo a tanta grandeza, suplico le reciba agradablemente en su protección, para que a su sombra, aunque desnudo de aquel precioso ornamento de elegancia y erudición de que suelen andar vestidas las obras que se componen en las casas de los hombres que saben, ose parecer seguramente en el juicio de algunos que, no continiéndose en los límites de su ignorancia, suelen condenar con más rigor y menos justicia los trabajos ajenos; que, poniendo los ojos la prudencia de Vuestra Excelencia en mi buen deseo, fío que no desdeñará la cortedad de tan humilde servicio.

Miguel de Cervantes Saavedra
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha

jueves, 22 de abril de 2010

¿Qué es un libro?


¿Qué es un libro? ¿Un conjunto de hojas impresas unidas por un costado, encerradas entre tapas duras o blandas? ¿Una serie de caracteres electrónicos que forman palabras y luego líneas y luego páginas en cualquier tipo de visor o pantalla? ¿O un contenido relativamente autónomo que desarrolla de forma textual una idea o una historia más allá de su soporte?

Los tiempos que corren nos obligan a preguntas tan básicas como estas. Y a responder, o al menos así lo vemos nosotros, que un libro no es necesariamente un texto impreso ni tampoco un archivo digital. Un libro es un contenido especial: de cierta coherencia temática, cerrado en sí mismo como unidad material, respaldado por cierto cuidado en el diseño y la edición. Es todo esto, independientemente de su soporte.

El paso del libro tradicional al ebook no es el primer cambio en la historia de la producción de textos. Desde las planchas de barro de los sumerios y los babilonios, pasando por los rollos de papiro usados en la Antigüedad clásica, hasta el códice -el antecesor directo de nuestro libro en papel-, la delimitación de un contenido y su disposición en un soporte ha pasado por cambios de todo tipo.

Sin embargo, hace casi dos milenios que el libro en formato “códice” nos es el dispositivo de lectura más familiar. Por eso se explica que vivamos la aparición de los libros electrónicos como una verdadera revolución. Y, también, porque no se trata de que está cambiando solo el soporte físico: con el texto digital, se modifica además tanto la forma en que se lee (por ejemplo, porque ya no hacemos una necesariamente lectura lineal, sino de libre búsqueda y multidireccional) como la forma en que se escribe (el fenómeno de los blogs, la micronarrativa, la creación conjunta de obras). Termina implicando un cambio de hábitos culturales y generando una nueva forma de procesar el conocimiento.

Y eso que no deberíamos considerarlo tan novedoso, tan ex nihilo: sin que el espíritu, la disposición, el deseo de algo así estuviera en el aire, el desarrollo tecnológico no habría ocurrido. Como pruebas, existen la novela Rayuela, de Cortázar, de ¡1963! (un modelo de hipertextualidad, de posibilidad de hacer recorridos personales por un texto pensado como serie de fragmentos libres, no de capítulos secuenciales) y propuestas teóricas, como las de Roland Barthes, en S/Z (1970), en donde propone que "el objetivo de la obra literaria [...] consiste en hacer del lector no un consumidor, sino un productor del texto. El lector no queda atrapado por ninguna organización ni jerarquía". Esta expresión referida a la literatura resulta asombrosamente vigente para dar cuenta de lo que hoy se torna posible gracias a la aplicación de las nuevas tecnologías al campo cultural.

De todos modos, lo esperable es que el ebook no reemplace el impreso en papel (que tiene tantos méritos, como muestra este videíto), sino que uno y otro convivan. Que haya más formatos para que más lectores vean satisfechas sus necesidades de acceder a contenidos. Más formas de disfrutar de eso que valoramos tanto: los libros.

jueves, 15 de abril de 2010

"Book", la última tecnología

Con mucha ironía (casi como si fuera una de las instrucciones de Cortázar, del estilo de la publicada en el post anterior), este video resalta las bondades de nuestro viejo y conocido libro tradicional, el del formato "códice", que nos acompaña desde hace más de 1500 años.

"Instrucciones para llorar", de Julio Cortázar

Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.

(extraído de De cronopios y de famas)

lunes, 12 de abril de 2010

Decálogo del escritor, por Augusto Monterroso*

Primero.
Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.

Segundo.
No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.

Tercero.
En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: "En literatura no hay nada escrito".

Cuarto.
Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamás escribas nada con cincuenta palabras.

Quinto.
Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.

Sexto.
Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.

Séptimo.
No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.

Octavo.
Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes.

Noveno.
Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.

Décimo.
Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.

Undécimo.
No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.

Duodécimo.
Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.

El autor da la opción al escritor, de descartar dos de estos enunciados, y quedarse con los restantes diez.


*Augusto Monterroso (guatemalteco, 1921-2003) vivió la mayor parte de su vida en México. En su obra -de prosa concisa, accesible, claramente inclinada a la parodia, la fábula, el absurdo, el humor negro y la paradoja- se destacan los títulos Obras completas (y otros cuentos) (1959), La oveja negra y demás fábulas (1969), Movimiento perpetuo (1972) y la novela Lo demás es silencio (1978).

Fue galardonado con el premio Villaurrutia en 1975 y en 1988, con la condecoración del Águila Azteca. En 1996, recibió el Premio Juan Rulfo de narrativa.

jueves, 1 de abril de 2010

"El diario a diario", de Julio Cortázar

Un señor toma el tranvía después de comprar el diario y ponérselo bajo el brazo. Media hora más tarde desciende con el mismo diario bajo el mismo brazo. Pero ya no es el mismo diario, ahora es un montón de hojas impresas que el señor abandona en un banco de plaza.

Apenas queda solo en el banco, el montón de hojas impresas se convierte otra vez en un diario, hasta que un muchacho lo ve, lo lee y lo deja convertido en un montón de hojas impresas. Apenas queda solo en el banco, el montón de hojas impresas se convierte otra vez en un diario, hasta que una anciana lo encuentra, lo lee y lo deja convertido en un montón de hojas impresas. Luego se lo lleva a su casa y en el camino lo usa para empaquetar medio kilo de acelgas, que es para lo que sirven los diarios después de estas excitantes metamorfosis.