jueves, 25 de febrero de 2010

¿Qué más traerá el paradigma digital?

Internet no solo cambió la forma que tenemos de trabajar, de comunicarnos, de recibir información, de divertirnos. Cambió también nuestra forma pensar, percibir e interpretar lo que nos rodea. Pero ¿hasta qué punto? y ¿en qué se nota? Algunas reflexiones:


  • Podemos ver las cosas como nunca antes (por ejemplo, ver la punta de Machu Pichu en un Google Map).


  • Lo multimedial reemplaza lo lineal: podemos ver imágenes, oír y leer todo junto. Podemos mirar una película histórica e inmediatamente contextualizar los hechos en Wikipedia. Sí: no tendremos garantía de rigor analítico, pero rápidamente obtendremos las coordenadas de la época. Y si queremos profundizar después en el tema, ¡por supuesto que podemos!


  • Internet hace más posible que las ideas se promuevan (incluso si quien impulsa la idea no tiene él mismo chances básicas para hacerlo). Basta tener un blog o espacio en Facebook: recientemente, un adolescente porteño logró reunir 30 mil personas para reclamar contra la designación del escritor Abel Posse como ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, y algo influyó en su destitución casi inmediatamente posterior. Es decir: no hace falta acceder a círculos selectos ni tener mucho dinero para lograr impacto en la opinión pública o instalar un proyecto.


  • Internet nos obliga a la precisión: cada vez es más importante hacer la pregunta (o la búsqueda) correcta para obtener lo que se quiere.


  • La distancia entre obligaciones y entretenimiento es cada vez menor. Hacemos de todo todo el tiempo: abrimos un documento, en el medio chequeamos qué mensaje nuevo recibimos, mientras tanto miramos la portada del diario y nos tentamos con ver un video, volvemos al documento, nos ponemos música, reenviamos un mail...


  • Lo bueno, si breve...: los contenidos se fragmentan cada vez más: no álbumes enteros, sino canciones; no diarios, sino tweets; no libros enteros, capítulos.


  • Cae la importancia de los nombres propios: no importa tanto quién habla, no importa tanto la idea de autor primero, de autor-fuente. Y además tendemos a valorar más las versiones que la verdad; tendemos a creer más en lo subjetivo que en lo supuestamente objetivo.



Estas son algunas notas de lo que puede registrarse como tendencia en nuestro comportamiento. Pero quedan muchas preguntas sobre los cambios de conducta y formas de pensar que puedan darse con el tiempo, como por ejemplo:

¿Nos desacostumbraremos a mantener la atención largo rato? ¿Nos costará profundizar en las ideas y solo tendremos nociones muy generales, y poco analíticas, de las cuestiones? ¿Tendremos, en contrapartida, una actitud más activa, curiosa, participativa? Es decir, ¿seremos más ávidos intelectualmente... pero también más superficiales?

Si bien con los nuevos medios de comunicación se pierde el contacto cara a cara, ¿se verán beneficiadas las relaciones entre las personas por la posibilidad de vincularse por afinidades (gustos, hobbies, orígenes, etc.) de un modo más natural y fluido que antes? ¿Nos enriqueceremos al establecer relaciones más pares (que equilibren la fuente o el autor de la información con aquellos que la reciben)? ¿Nos aportará el ejercicio de recibir una constante feedback a nuestros textos, audios, videos publicados para mejorarlos?

¿Seremos más generosos y compartiremos la información que tenemos porque encontraremos un beneficio (el bienestar personal o las ganas de tener buena reputación por Internet)? ¿O la falta de contacto nos volverá más individualistas o insensibles? ¿Nos jugará a favor que tanto quede registrado en la web, hoy ya nuestra gran memoria colectiva?

¿Qué piensan ustedes?

Updike




Extractos de uno de los célebres reportajes de la Paris Review a John Upike (EE. UU., 1932-2009) sobre:
la relación de su escritura y la forma de vida:
Repudio cualquier conexión esencial entre mi vida y lo que escribo. Creo que es un área de preocupación mórbida e inadecuada, si bien bastante natural... demasiadas preocupaciones mórbidas son naturales. Pero la obra, la palabra escrita sobre el papel, debe mantenerse apartada de nuestra presencia más viva. Cuando nos sentamos frente al escritorio nos transformamos en nada, excepto la excusa para esos pellejos que descartamos.

el interés de los escritores (Hemingway, Twain, Joyce, él mismo) en su infancia y primera juventud como tiempo especial:
Nada que nos ocurra después de los veinte años será tan libre, tan despreocupado, porque para entonces ya tendremos vocación de escribir. La vida de los escritores se divide en dos mitades. Cuando uno descubre su vocación literaria disminuye su receptividad a la experiencia. Poder escribir se transforma en una especie de escudo, una forma de ocultamiento, una manera demasiado instantánea de transformar el dolor en miel... mientras que mientras uno es joven no puede evitar oponerse y observarse y sentir.

sobre el quehacer del escritor:
Mi trabajo es meditación, no pontificación; por eso las entrevistas como esta se sienten como un doblez del crecimiento, una pose. No pienso mis libros como sermones o estrategias para una guerra de ideas, sino como objetos de diferentes formas y texturas, y dotados del misterio de todo lo que existe. La primera idea que tuve sobre el arte, cuando era niño, fue que el artista traía al mundo algo que no existía antes, y que lo hacía sin destruir nada a cambio. Una especie de refutación de la conservación de la materia. Esa me sigue pareciendo su magia central, su núcleo de alegría.

Sobre verdad y ficción, J. J. Saer

"El rechazo escrupuloso de todo elemento ficticio no es un criterio de verdad. Puesto que el concepto mismo de verdad es incierto y su definición integra elementos dispares y aun contradictorios, es la verdad como objetivo unívoco del texto y no solamente la presencia de elementos ficticios lo que merece, cuando se trata del género biográfico o autobiográfico, una discusión minuciosa. Lo mismo podemos decir del género, tan de moda en la actualidad, llamado, con certidumbre excesiva, non-fiction: su especificidad se basa en la exclusión de todo rastro ficticio, pero esa exclusión no es de por sí garantía de veracidad. Aun cuando la intención de veracidad sea sincera y los hechos narrados rigurosamente exactos sólo que no siempre es así sigue existiendo el obstáculo de la autenticidad de las fuentes, de los criterios interpretativos y de las turbulencias de sentido propios a toda construcción verbal. Estas dificultades, familiares en lógica y ampliamente debatidas en el campo de las ciencias humanas, no parecen preocupar a los practicantes felices de la non-fiction. Las ventajas innegables de una vida mundana como la de Truman Capote no deben hacernos olvidar que una proposición, por no ser ficticia, no es automáticamente verdadera.

Podemos por lo tanto afirmar que la verdad no es necesariamente lo contrario de la ficción, y que cuando optamos por la práctica de la ficción no lo hacemos con el propósito turbio de tergiversar la verdad. En cuanto a la dependencia jerárquica entre verdad y ficción, según la cual la primera poseería una positividad mayor que la segunda, es desde luego, en el plano que nos interesa, una mera fantasía moral. Aun con la mejor buena voluntad, aceptando esa jerarquía y atribuyendo a la verdad el campo de la realidad objetiva y a la ficción la dudosa expresión de lo subjetivo, persistirá siempre el problema principal, es decir la indeterminación de que sufren no la ficción subjetiva, relegada al terreno de lo inútil y caprichoso, sino la supuesta verdad objetiva y los géneros que pretenden representarla. Puesto que autobiografía, biografía, y todo lo que puede entrar en la categoría de non-fiction, la multitud de géneros que vuelven la espalda a la ficción, han decidido representar la supuesta verdad objetiva, son ellos quienes deben suministrar las pruebas de su eficacia. Esta obligación no es fácil de cumplir: todo lo que es verificable en este tipo de relatos es en general anecdótico y secundario, pero la credibilidad del relato y su razón de ser peligran si el autor abandona el plano de lo verificable."

jueves, 18 de febrero de 2010

Escrituras íntimas

Lo que sigue está en el inicio del diario* llevado por John Stuart Mill (Londres, 1806 - Aviñón, 1873; filósofo, político y economista inglés) durante poco más de tres meses, desde el 8 de enero de 1854 hasta el 15 de abril de ese año.

El día del inicio escribió:

"Este librito es un experimento. Aparte de cualquier otra cosa que pueda lograr, servirá para ejemplificar, al menos en el caso del autor, qué efecto produce en la mente cuando uno se obliga a tener por lo menos un pensamiento cada día que merezca ponerse por escrito. Para este propósito no puede contar como pensamiento el mero especialismo, ya sea de ciencia o de práctica. Tiene que estar referido a la vida, al sentimiento o a la alta especulación metafísica. Probablemente, lo primero que descubriré en el intento será que, en vez de uno por día, sólo tenga un pensamiento así al mes; y que sean sólo repeticiones de pensamientos tan conocidos de todos, que ponerlos por escrito sólo serviría para revelar la pobreza de la tierra."

Nos pareció tan parecido al espíritu que anima la escritura de un blog personal (a pesar de la diferencia de formato, a pesar de la distancia en el tiempo) que lo creímos digno de citar.

*Diario, John Stuart Mill, Alianza Cien, Madrid, 1996

jueves, 4 de febrero de 2010

San Valentín con literatura erótica

Ni poemas de amor, ni atrapantes novelas románticas, ni palabras grandilocuentes que prometen pasión eterna. Esta vez, nos ocuparemos del Día de San Valentín (o de los Enamorados) con un fragmento de literatura erótica.

Curiosamente, la obra de la que extrajimos un fragmento para compartir no es en sí misma erótica. Pero incluye un episodio, que no dura más que una serie de párrafos, en donde se desentiende por completo de la trama general para detenerse, con soberana morosidad, en el encuentro carnal entre el protagonista y su amante. Y esa pausa en el argumento, esa inmersión en el placer creada con palabras, es la mejor muestra de literatura erótica que encontramos para esta ocasión. El fragmento en cuestión aparece en el capítulo VI de Nadie nada nunca, novela del escritor argentino (1937-2005) Juan José Saer.

Como suele hacer en sus obras, Saer toma estados y situaciones corrientes y las devuelve expandidas, dilatadas, ampliadas a nuestra conciencia de lectores. Examina exhaustivamente los pliegues y las secuencias de la realidad que nos suele pasar desapercibida para volvernos más conscientes de nuestra experiencia vital y para revelarnos la espesura del presente.

Aquí el fragmento:

Va entrando, despacio, como en un pantano, en la mujer de bronce, que lo recibe con un silencio reconcentrado, los ojos cerrados, la boca entreabierta, el labio superior encogido dejando ver cuatro dientes opacos, la cavidad de la boca envuelta en una penumbra rojiza. Su boca se pega a los labios entreabiertos. Las manos, que buscan primero las tetas espesas, blandas, se deslizan a los costados y se reúnen en la espalda sudorosa, se tocan un momento y bajan hasta las nalgas, apoderándose de ellas; las manos oprimen y apelotonan la carne blanda, incitando al cuerpo de la mujer a arquearse de modo tal que ya no se apoya sobre la cama –aparte de la cabeza que reposa sobre la almohada aplastada por el beso inmóvil– más que por los omóplatos y por la planta de los pies: el resto está en el aire, en tensión, sosteniendo el cuerpo del Gato que, como en un pantano, ha entrado en ella.

El ritmo se ha hecho ahora regular: la parte superior de los cuerpos, de la cintura para arriba, está inmóvil, la cara del Gato aplastada contra el hombro izquierdo de Elisa, la de Elisa emergiendo por sobre el hombro izquierdo del Gato, los ojos cerrados, la piel a la que el sudor da un lustre uniforme, los pechos y los vientres aplastados unos contra otros, la cama acompañando con un crujido rítmico el movimiento regular que los cuerpos ejecutan de la cintura para abajo: el del Gato de arriba abajo y de abajo arriba, entrando y saliendo, entrando y saliendo, la mujer un movimiento circular de su abdomen que acompaña y complementa el movimiento del Gato, cuyas nalgas se hunden y sobresalen, dándole la complejidad de un sistema de poleas y de pistolas combinados donde un ligero desnivel de recurrencia no sólo no desentona sino que contribuye a aportar cierta complejidad armónica al conjunto.

Los quejidos de la mujer, cuya frecuencia se prolonga y cuya intensidad va en aumento, resuenan sobre el fondo monótono de los jadeos del Gato hasta que, de golpe, el movimiento circular de vientre de la mujer y el movimiento vertical de vaivén de las nalgas del Gato, durante unos segundos, se detienen, antes del coletazo final, un violento sacudimiento de caderas que se repite tres, cuatro, cinco veces, acompañado de una serie de gritos, de lamentos, de obscenidades, de suspiros, de exclamaciones que llenan el aire lívido de la pieza.

De rodillas, el Gato hunde el mentón entre las piernas separadas de Elisa, entre los pelos negros del pubis. Elisa, parada a un costado de la cama, tiene el cuerpo rígido e inclinado un poco hacia atrás, de modo que es su vientre lo que sobresale, en tanto que la espalda de bronce está como oblicua respecto de su cintura. Sus hombros se sacuden tal vez porque sus manos acarician la cabeza del Gato, hundida entre sus muslos y, por la posición de su cuerpo, sus brazos se estiran al máximo para poder tocar el cabello rubio.

Sobre la cama, Elisa, en cuatro patas, la cara casi tocando la pared, las manos apoyadas sobre la almohada, espera, sin impaciencia, que el Gato, que avanza hacia ella, de rodillas, desde la otra punta de la cama, comience a separar, con manos sudorosas, sus nalgas que presentan en la parte inferior una franja blancuzca horizontal, único contraste en su cuerpo de bronce. Cuando, después de una búsqueda trabajosa, el Gato entra por fin en ella, Elisa emite un quejido ronco, profundo, prolongado, y va dejándose caer, boca abajo, despacio, hasta quedar extendida sobre la cama, con el Gato adherido a ella como una limadura de hierro a la superficie de un imán.

¿Qué otros fragmentos de literatura erótica recuerdan o quieren compartir? Los esperamos en lo que suponemos que será el post más cachondo del blog.