Personajes literarios memorables hay muchos. Y, de entre
esos muchos, un porcentaje importante son los malos: los crueles, los ruines, los perversos, los criminales, los
temibles. Motivados por la envidia, el resentimiento, la ambición o –lo que
resulta más inquietante– por ninguna razón en particular (como el caso del
despiadado asesino Anton Chigurh, de la novela Sin lugar para viejos, de Cormac McCarthy, llevada al cine hace
pocos años por los hermanos Coen), los villanos tienen funciones importantes en
la narración: sirven para justificar los desafíos que el protagonista debe
superar, sirven para mantener el suspenso a lo largo de toda la historia y sirven
como contraste de la figura del héroe, siempre revestida (aunque se presente con
defectos) de atributos positivos, o al menos muy humanos, que nos llevan invariablemente
a empatizar con él.
Villanos hay de todos los tipos: relacionados con fuerzas
oscuras y dispuestos a usarlas contra la humanidad en general o algunos
individuos en particular (Lord Vordemort, de la saga de Harry Potter; Sauron,
de El señor de los anillos); con
claros problemas mentales (pero no por ello justificables), como la fanática y
solitaria enfermera Annie Wilkies, de la novela Misery, de Stephen King, que secuestra a su autor favorito para
pedirle que rectifique el curso de una de sus obras, o como Jean Baptiste
Grenouille, el asesino del El Perfume,
que mata jovencitas, sin contemplación alguna, en pos de conseguir el aroma
perfecto.
Los hay de gustos peculiares, como Drácula, el vampiro más
famoso, inspirado en la vida del emperador rumano Vlad Tepes. Los hay transparentes
en su maldad o, por el contrario, encantadores y de aspecto totalmente
inofensivo, como el talentoso Mr. Ripley.
Los hay conversos (de buenos a malos, como Anakin, de La guerra de las galaxias, transformado a causa de su intolerancia
al dolor) y también arrepentidos, como el Dr. Frankenstein, creador del
monstruo, en la novela homónima.
Los hay mujeres, en general de carácter intrigante y
vocación insaciable, como Lady Macbeth o las hijas Rey Lear, todas de obras
de Shakespeare. Los hay con raigambre
histórica, como el dictador Trujillo de La
fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa. Y los hay no ya personas sino
animales (la temible Moby Dick) y máquinas, como la computadora HAL de 2001, odisea del espacio, obra de
ciencia ficción de Arthur C. Clarke, que intenta eliminar a los astronautas que
está transportando en misión a Júpiter. Los hay, finalmente, partes separadas
pero integrales de uno mismo, como otra cara de la propia identidad, como en el
clásico de Robert Louis Stevenson, El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde.
Los hay, como vimos, de varios tipos y seguramente más
todavía que se nos escapan. A ustedes ¿qué villanos les parecen más logrados?
¿Cuál es su malo literario favorito? Lo conversamos aquí.