viernes, 29 de agosto de 2014

Escritores de ley

Con esa costumbre de honrar profesiones y oficios que nos llena el calendario de homenajes, hoy es (en la Argentina pero cada país tendrá su fecha equivalente), el día del abogado.

El abogado, del pintor francés Honoré Daumier
La fecha se eligió en recuerdo del nacimiento de Juan Bautista Alberdi, autor intelectual de la Constitución de 1853 de ese país. Pero Alberdi también escribió y con talento, como muchos, muchos otros casos de escritores-abogados.

Desde Goethe, el autor de Fausto, pasando por los españoles Francisco de Quevedo y Fernando de Rojas, y por los grandes del siglo XVIII y XIX, como Voltaire, Balzac, Víctor Hugo, Alejandro Dumas, León Tolstoi, hay gran cantidad de ejemplos de vidas divididas entre el Derecho y la literatura.

En el ámbito latinoamericano, están los ejemplos de Gabriel García Márquez (no recibido) y Mario Vargas Llosa. Y también más cerca en la historia está, por supuesto, John Grisham, quien hizo de sus materias de estudio la fuente de inspiración para sus thrillers judiciales (El jurado, El informe Pelícano, etc., etc.).

¿La profesión de abogado resultará un complemento más seguro y sustentable que la de escritor? ¿Será que hay mucho de cumplimiento del mandato familiar en la opción por una profesión más prestigiada socialmente? ¿Existirá algún vínculo no tan evidente entre el estudio de las leyes y la práctica de argumentar para cada caso, y la construcción literaria?

Aquí los escuchamos, si tienen ejemplos para contar o hipótesis para sugerir...


lunes, 25 de agosto de 2014

El escritor que nos llevó al Cielo. El centenario de Julio Cortázar

Este martes 26 de agosto de 2014 se celebra el centenario del nacimiento de uno de los autores centrales del siglo XX, al menos en lengua española: Julio Cortázar.

Representante del boom literario y leído por multitudes que se enamoraron, gracias a él, de París como ciudad y de la Maga, como personaje, ha escrito, además de narrativa, poemas y numerosos artículos. Y también fue un habilidoso traductor: son célebres sus versiones en español de cuentos de Edgar Allan Poe.

Más allá de su recorrido ideológico, que lo hizo derivar en un gran compromiso con la izquierda política hacia el final de su vida, a lo largo de toda su obra lo que siempre mantuvo es su originalidad, su enorme destreza en el manejo del lenguaje y su gran sensibilidad (fresca, extrañada, casi infantil, en un buen sentido) para captar las emociones y vivencias humanas más delicadas. Por razones de espacio, incluimos aquí solo una pequeña muestra de todas estas cualidades, uno de los textos de la serie “Instrucciones”, incluido en Historias de cronopios y de famas: "Instrucciones para llorar"
Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. 
Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca
Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
Y a ustedes... ¿qué obra de Cortázar les gusta más?

viernes, 22 de agosto de 2014

Historia verídica

"Historia verídica"
de Julio Cortázar


A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caro, pero descubre con asombro que por milagro no se le han roto.

Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere enseguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud, descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.