viernes, 15 de julio de 2011

Roberto Bolaño y su bestiario nazi

El 15 de julio de 2003 muere Roberto Bolaño, escritor y poeta chileno, Premio Rómulo Gallegos en 1999 por su novela Los detectives salvajes.

Autor de una obra singular, extraemos una "entrada" de su peculiar obra de referencia La literatura nazi en América, conjunto de biografías apócrifas redactadas con una ironía muy sutil para un narrador en tercera persona que traza recorridos vitales a partir de huellas –publicaciones, citas de otros, hechos que han quedado grabados– y presunciones. A pesar de lo raro que resulta todo, la vida que se describe parece real y posible en toda su obscenidad. Este es el mérito literario y político de Bolaño en esta obra.
            SILVIO SALVÁTICO
            Buenos Aires, 1901 - Buenos Aires, 1994
            
            Entre sus propuestas juveniles se cuenta la reinstauración de la Inquisición, los castigos corporales públicos, la guerra permanente ya sea contra los chilenos o contra los paraguayos o bolivianos como una forma de gimnasia nacional, la poligamia masculina, el exterminio de los indios para evitar una mayor contaminación de la raza argentina, el recorte de los derechos de los ciudadanos de origen judío, la emigración masiva procedente de los países de escandinavos para aclarar progresivamente la epidermis nacional oscurecida después de años de promiscuidad hispano-indígena, la concesión de becas literarias a perpetuidad, la exención impositiva a los artistas, la creación de la mayor fuerza aérea de Sudamérica, la colonización de la Antártida, la edificación de nuevas ciudades en la Patagonia.

            Fue jugador de fútbol y futurista.

            De 1920 a 1929 escribió y publicó más de doce poemarios, algunos de los cuales obtuvieron premios municipales y provinciales, y frecuentó los salones literarios y las cafeterías de moda. Desde 1930, encadenado por un matrimonio desastroso y por una prole numerosa, trabajó como gacetillero y corrector en varios periódicos de la capital y frecuentó los tugurios y el arte de la novela que siempre le fue esquivo; publicó tres: Campos de Honor (1936), que trata de desafíos y de duelos semiclandestinos en un Buenos Aires espectral, La Dama Francesa (1949), un relato de prostitutas generosas, cantantes de tango y detectives, y Los Ojos del Asesino (1962), curiosa premonición del psico-killer cinematográfico de los setenta y ochenta.
            
            Murió en el asilo de ancianos de Villa Luro, con una maleta repleta de viejos libros y manuscritos inéditos por toda posesión.

            Sus libros nunca se reeditaron. Sus inéditos probablemente fueron arrojados a la basura o al fuego por los celadores del asilo.

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